A nosotros nos gustan protagonizar nuestras telenovelas.
Los guatemaltecos somos unos neuróticos. He llegado a esta conclusión por el tipo de relación que nos gusta tener, ya sea laboral, sentimental o personal. Nos encanta sufrir, sufrimos de un delirio de mártir. Creemos que una relación para que sea buena debe ser sufrida, así como en las telenovelas, y que para que los protagonistas vivan felices debe morir medio mundo o auto sacrificarse ellos.
Realmente a veces creo que cada uno en su casa debe tener una sala de tortura personal. Un verdugo que cuando llegamos cansados del trabajo nos dé nuestra dosis de dolor, creemos que la única forma de sentimos protagonistas de nuestra vida es sufriendo, somos unos tele noveleros sin remedio.
Tomamos el camino más complicado y lo peor es que tomamos el que no tiene futuro. Somos unos masoquistas excéntricos, el dolor como arma contra la soledad. Preferimos esa arma cargada bajo nuestras almohadas antes de sentirnos desprotegidos.
Tenemos la necesidad de tomar el control de nuestro dolor, como que éste fuera necesario. Nos duele apartarnos de las cosas que nos hacen daño.
Pero entre tanto sufrimiento hay un punto donde nivelamos nuestro problema, entonces tomamos el control del dolor y sufrimiento de otro. Luego nosotros hacemos el daño, para ello ya balanceamos nuestra perturbación mental, nosotros no sufrimos sino hacemos sufrir. Nos volvemos unos sádicos regalando dolor a quien nos quiere, a quien nos lo pide y a quien lo necesita, lo damos gratis.
En Guatemala, el país de telenoveleros, se afianza en el dolor continuo, en hacer sufrir al prójimo. Ya sea en el trabajo, en la familia y lo más común en la relación de pareja. ¿Acaso no vemos un sinnúmero de parejas, que a pesar de los problemas, líos, infidelidades, o celos exacerbado entre otras no menos caricaturescas situaciones continúan juntos? Y todo por amor (sic.)
El dolor de Guatemala está enraizado en su cultura, en su forma de desenvolverse, nos gustan las relaciones sin sentido, torcidas, todo para dar sentido a nuestras vacías vidas.
Talvez en un arranque de esperanza, que no nos hace falta, pensamos que todo cambiará y que el sol brillará en lo más alto de nuestra necesidad.
Nuestra necesidad de sentirnos importantes a veces es mayor que nuestro sentido común, entonces tenemos el problema de que no podemos dejar lo malo, porque paradójicamente es bueno para nosotros. Para ello ya deseamos fervientemente que el guionista de nuestro pequeño drama de por punto final a nuestra patética marcha, o que continuemos sufriendo, aguantando hasta que el director diga corte.
No nos damos o no queremos darnos cuenta que nosotros somos nuestro propio staff de producción. Que nuestra telenovela nos hace daño y un daño irreversible, que nos tumba en la desesperación y en nuestra ya dramática existencia, y lo peor de todo que estos comportamientos se repiten continuamente en cualquier ámbito social, se repite casi en cualquier persona, obviamente dando como resultado comportamientos distintos. Entonces... ¿Qué tipo de sociedad estamos creando?
Una sociedad de perturbados deambulando por las calles. Una sociedad de mártires, de magdalenas y nazarenos.
Angel Elías
Los guatemaltecos somos unos neuróticos. He llegado a esta conclusión por el tipo de relación que nos gusta tener, ya sea laboral, sentimental o personal. Nos encanta sufrir, sufrimos de un delirio de mártir. Creemos que una relación para que sea buena debe ser sufrida, así como en las telenovelas, y que para que los protagonistas vivan felices debe morir medio mundo o auto sacrificarse ellos.
Realmente a veces creo que cada uno en su casa debe tener una sala de tortura personal. Un verdugo que cuando llegamos cansados del trabajo nos dé nuestra dosis de dolor, creemos que la única forma de sentimos protagonistas de nuestra vida es sufriendo, somos unos tele noveleros sin remedio.
Tomamos el camino más complicado y lo peor es que tomamos el que no tiene futuro. Somos unos masoquistas excéntricos, el dolor como arma contra la soledad. Preferimos esa arma cargada bajo nuestras almohadas antes de sentirnos desprotegidos.
Tenemos la necesidad de tomar el control de nuestro dolor, como que éste fuera necesario. Nos duele apartarnos de las cosas que nos hacen daño.
Pero entre tanto sufrimiento hay un punto donde nivelamos nuestro problema, entonces tomamos el control del dolor y sufrimiento de otro. Luego nosotros hacemos el daño, para ello ya balanceamos nuestra perturbación mental, nosotros no sufrimos sino hacemos sufrir. Nos volvemos unos sádicos regalando dolor a quien nos quiere, a quien nos lo pide y a quien lo necesita, lo damos gratis.
En Guatemala, el país de telenoveleros, se afianza en el dolor continuo, en hacer sufrir al prójimo. Ya sea en el trabajo, en la familia y lo más común en la relación de pareja. ¿Acaso no vemos un sinnúmero de parejas, que a pesar de los problemas, líos, infidelidades, o celos exacerbado entre otras no menos caricaturescas situaciones continúan juntos? Y todo por amor (sic.)
El dolor de Guatemala está enraizado en su cultura, en su forma de desenvolverse, nos gustan las relaciones sin sentido, torcidas, todo para dar sentido a nuestras vacías vidas.
Talvez en un arranque de esperanza, que no nos hace falta, pensamos que todo cambiará y que el sol brillará en lo más alto de nuestra necesidad.
Nuestra necesidad de sentirnos importantes a veces es mayor que nuestro sentido común, entonces tenemos el problema de que no podemos dejar lo malo, porque paradójicamente es bueno para nosotros. Para ello ya deseamos fervientemente que el guionista de nuestro pequeño drama de por punto final a nuestra patética marcha, o que continuemos sufriendo, aguantando hasta que el director diga corte.
No nos damos o no queremos darnos cuenta que nosotros somos nuestro propio staff de producción. Que nuestra telenovela nos hace daño y un daño irreversible, que nos tumba en la desesperación y en nuestra ya dramática existencia, y lo peor de todo que estos comportamientos se repiten continuamente en cualquier ámbito social, se repite casi en cualquier persona, obviamente dando como resultado comportamientos distintos. Entonces... ¿Qué tipo de sociedad estamos creando?
Una sociedad de perturbados deambulando por las calles. Una sociedad de mártires, de magdalenas y nazarenos.
Angel Elías
Comentarios
fijate que no pude abrir mi correo y no supe si me habias abierto uno pero ya me dijeron como era la onda, asi que ya abri uno, hay te llamo, chau