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Cuentos Karinenses


La conquista del Mundo de Canicas y otros cuentos Karinenses

A Karina
Esa tarde te vi llegar, cuando yo jugaba con mis canicas a sueños prestados. Te vi pasar con la petulancia característica de una niña consentida de dieciséis años. Es claro que lo eras. Pero te vi irreal, mágica. Eras un rayo que bajaba del cosmos e iluminaba cada resquicio oscuro de tu ser. Aunque por un momento, esa misma luz, parecía ser emitida por las estrellas que coronan cada pupila guardada bajo esas espesas, inquebrantables e inexploradas pestañas.
Te vi recorrer esa calle, esa tarde, como no pisando el suelo, como queriendo no acercarte a la mortalidad. Dejando entrever esa imagen angelical de lo imposible.
Pero ¿Qué te devolvía con nosotros, a este mundo manchado de mortalidad fútil? ¿Qué era lo que no dejaba que desplegaras en todo el esplendor tus alas? ¿Qué te hacía posible para mí?
Talvez esa sonrisa que nunca me regalaste. O esa vez que te besé sin tocarte. Quizá la mirada que te robé sin que te dieras cuenta.
¿Cómo se percataría un ángel, que de su esplendor le roban una chispa?
Pero allí estabas, tan etérea. Frente a las canicas prestadas que pateaste, frente a la pelota que ignoraste cuando te la tiré para que me la devolvieras. Esa eras tú.
Aquella tarde te vi llegar y el mundo cambió, sin que tu ego lo supiera, sin que nada, ni nadie inquebrantara la imagen de ese ser que llegó de otra galaxia a conquistar el reino de las canicas.
¿Qué te hacía posible para mí? Nada, por lo menos nada concreto. Era el aroma que desprendías. Esa manera de manejar los perfumes y prender con ellos cada detalle de tu ser en el mundo de canicas. Entonces, así, existía la conexión entre tu mundo y el mío. La comunicación inconsciente con ese universo desde donde te vigilaba, te observaba y te estudiaba. Donde sabía cuál era tu próximo movimiento. Y donde tú no sabías que existía.
Eso te hacía posible para mí, eso te hacia mortal. Tu aroma, lo único que en realidad me perteneció, lo único que te logré robar lentamente, sin dolor.
Hoy las cosas son distintas. A casi diez años. Cuenta la leyenda que tu aroma aún ronda por esos estrechos callejones del recuerdo, buscando a la dueña que lo dejó abandonado. Un aroma que vaga perdido, que no supo como volver en el camino. Y sale cada tarde a encontrarse con las canicas perdidas y la pelota que nunca me devolviste.
Angel Elías

Comentarios

Anónimo dijo…
Ajajá!!!
A verdÁ!!!
ya lo ví!
ta' güeno!!!
te perdono por lo que escribes pero sólo por esta vez!!!
chau maestro, nos vemos el jueves!!
Anónimo dijo…
Y DALE CON LA KARINEADA,
ESCRIBI MEJOR CUENTOS DE
"SURVIVOR: EL PARAISO"
UE ESOS TE VAN MEJOR

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