El previo al sueño de un exorcismo
Ilustración. El sueño de la razón produce monstruos. Francisco de Goya (1797-1799)
Hace algunos días, me tomó por sorpresa la congoja. Por una extraña razón me puse a hacer cuentas de lo que he hecho de mi vida en estos últimos años. La noche que me dio este ataque de sinceridad conmigo, salí a recorrer algunas calles que ya tenía varios años de no andar. A pesar de encontrarme a escasos metros de ellas. Descubrí, a pesar de ser de noche, detalles que no recuerdo existieran. Por un momento cada esquina, cada paso y cada fachada me parecían salidas de una película vieja. Y terminé asociando cada lugar a un recuerdo, fechando tanta remembranza recabada.
Recorrí cada calle con especial curiosidad, comparando cada lugar con lo que recordaba de ellos. Muchas cosas ya cambiaron, otras permanecen y las más importantes, para mí, ya no existen. Volví sobre los pasos, evoqué la memoria. Comparé cada lienzo guardado con el aquí y el ahora, y vi como el paso del tiempo ha cambiado cada rostro.
Esos días tuve un ataque de nostalgia por los años que han pasado, por las pocas cosas que durante alcancé sin mayor esfuerzo. Pero sólo eso, un ataque de nostalgia por lo que termina, y por lo que empieza.
Sentí como todos esos recuerdos revolotearon por toda mi existencia, me acosaban, me buscaban y me picoteaban la serenidad. Cada vez que empieza un nuevo ciclo en mi vida, siento como lo que alguna vez me formó se pierde.
Luego regresé a casa, como esperando que el tiempo nunca hubiera pasado, que todo lo que he vivido se convirtiera en un sueño a realizar. Que todas las sonrisas que aún resuenan en mi cabeza volvieran por arte de magia.
Entonces recorrí cada año con detalle, viendo lo inmenso de cada período, de la simultaneidad de realidades.
Un año trascurrido es un periodo propio, un año es un año, solemos decir. Pero la simpleza de esa afirmación nos engaña. Para dos personas, con dos vidas distintas serán años distintos. Por tanto, cada persona individualiza su año, si somos seis mil millones de gentes en el mundo, y las conociéramos a todas, y nos aislamos por un año, no fue ese ciclo el aislado, sino seis mil millones de años de historia. Por cada individuo que vivió su año individual.
Pero para ser más reales, ya estando en la habitación, recordé a gente que ya no he visto y que significó mucho en mi vida. Rostros que fueron la ventana de una vida distinta.
Gente que ahora ya no está por azares del destino o porque así lo quisieron.
Ellos son la ceniza de lo que ya no me pertenece y que ahora delatan todo el tiempo transcurrido. Y este escrito es un homenaje a todas ellas. A las que partieron a un futuro mejor, a las que partieron en un viaje más largo y más eterno. A aquellas personas de las que nunca volveré a ver, a saber de ellas. A todas esas personas que están ahora conmigo, y yo con ellas, desconociendo el tiempo que nos queda, a lo ignoto que nos depara el futuro, a todos ellos les dedico este texto.
Esa noche cuando dormí, soñé extrañamente la necesidad de un exorcismo.
Angel Elías
Comentarios