La inocencia aparece cuando, a pesar de las adversidades, espectamos por un futuro.
Inocencia, la de un niño que sonríe entre la adversidad de la vida. Que a pesar de no tener porqué sonreír, ríe frente a la simpleza de un compañero al caer en la fuente del parque donde juguetean después de trabajar. Inocencia, como el privilegio de carecer de culpas. Ningún infante tiene la culpa de pertenecer a este mundo.
Todos fuimos inocentes alguna vez, tuvimos la posibilidad de ver al mundo sin morbo, sin barreras, sin complicaciones banales. ¿Cuándo perdimos el rumbo? ¿Cuándo dejamos que la niñez y su inocencia escaparan de nuestros corazones?
Ver al mundo con simpleza, una posibilidad de pocos. Nos gusta complicarnos la existencia, perdimos la inocencia de ver este planeta como una canica enorme y lo vemos como un enjambre de complicaciones.
La inocencia infantil prepara un par de avioncitos plásticos en una batalla intergaláctica o calibra un madero de escoba para su primer home run en Grande Ligas. Nosotros solo somos los residuos de esa imaginación e inocencia disfrutada años atrás. Ya la razón y la supuesta lógica nos niegan la posibilidad de ser los súper héroes de nuestra vida. No podemos rescatar a nuestro niño interno, a nuestra inocencia perdida con el tiempo.
En un mundo tan acelerado, no nos detenemos a contemplar el mundo como lo hacíamos de pequeños, ver con inocentes ojos todo lo que nos rodeaba, donde cada paseo era un safari completo hacia lo desconocido. Allí donde la aventura nos esperaba en la esquina de la casa, y abríamos los ojos expectativos a cualquier movimiento, donde inventábamos una aventura diferente cada día para explicar la jornada. Donde nos maravillábamos con una mariposa y su capullo.
Con el tiempo todo esto se acaba. La inocencia se pierde con el paso, presuroso y convulsionado de los años. Luego viene nuestra supuesta realidad, entonces nuestra inocencia ya no vale, ni nuestros juegos extraños, ni nuestro imaginario. Solo cuenta producir y consumir, terminamos optando por el rol de adultos, para ello nuestra inocencia pasa al olvido. La sonrisa de un niño con un chocolate durante un juego es el reflejo exacto de lo que perdemos.
Es casi imposible recuperar lo perdido sin secuelas profundas.
La inocencia no viene en frascos, se encuentra dentro de nosotros, nunca la hemos perdido, solo la hemos olvidado. Se refleja cuando confiamos en alguien, cuando obsequiamos una flor, o hacemos un poema. La inocencia aparece cuando se entrega el mundo sin esperar nada a cambio. Cuando vemos la simpleza de la vida. Cuando regalamos una sonrisa a un desconocido sin saber si la devolverá.
La inocencia regresa cuando la expectativa del mundo nos explota en la cara y la recibimos con el más amplio de nuestros guiños.
El mundo se encuentra allí, disponible, solo debemos tomarlo y ensuciarnos un poco las manos. Como lo hicimos inocentemente alguna vez.
Angel Elías
Comentarios
YA NI QUE FUERAS HE-MAN.
SABES QUE CADA VEZ QUE TE LEO, ME PREGUNTO POR QUÉ EN ESTE MI QUERIDO PAÌS NO EXISTE MÁS GENTE QUE TENGA EL SUFICIENTE CRITERIO PARA DARSE CUENTA DE QUE UNA DE SUS MENTES MÁS BRILLANTES PASA CASI DESAPERCIBIDO POR LA VIDA. Y ESO QUE VAS EMPEZANDO, PERO CRÉEME QUE DE VERDAD, DE VERDAD, ESPERO QUE ALGÚN DÍA, AUNQUE NO LO QUIERAS, SERÁS FAMOSO, PORQUE REALMENTE, TE LO MERECES.
CHAU.
Sabes desde que me contaste de este espacio, leo aunque sea un pedacito al día por lo corrido del tiempo.
Pero sabes, cada vez que entro en este espacio, hay muchas cosas de las que escribes con las que me identifico.
sigue adelante.
Gamp*