(A los médicos)
En cambio, me encuentro resfriado casi siempre y no comprendo
porque razón han de ustedes de tratarme con tanto desprecio
(...) me han obligado a respirar fuerte, y por último
con un gesto infinito de desdén, me han dicho:
¡Bah!... usted no tiene más que un simple resfriado.
Julio Camba
En cambio, me encuentro resfriado casi siempre y no comprendo
porque razón han de ustedes de tratarme con tanto desprecio
(...) me han obligado a respirar fuerte, y por último
con un gesto infinito de desdén, me han dicho:
¡Bah!... usted no tiene más que un simple resfriado.
Julio Camba
Es una tremenda injusticia médica. Es un oprobio en contra de la salud mundial. Realmente es algo deleznable. Y lo peor del caso, es que nos quedamos callados ante tal sacrilegio. Pero basta, ya no debemos seguirnos haciéndonos los que no vemos, ni sentimos. Debemos alzar la voz en contra de la gripe y el catarro.
En el momento de escribir estas líneas sufro de una terrible gripe. Tan fuerte que al ir con los médicos, éstos se ríen de mí. Se ríen al contarles mi padecimiento; minimizándolo hasta el punto de decir que ya se me pasará. ¡Claro, tiene que pasar! ¡Cómo será vivir con este malestar por el resto de la existencia!
Es espantoso, sentir como el cuerpo pasa a ser un emisor incontrolable de fluidos. Y la masa corporal es solo una gelatinosa concentración de carne. Ese malestar que nos hace sentir calor, donde no hay, que nos hace sentir frío donde no existe, y lo más catastrófico, nos hace sentir que ya sentimos.
Esos labios secos, la garganta ardiente, una nariz extremadamente húmeda, son contrarios a la naturaleza humana. Y por ello son fenómenos extraños e insoportables. Pero a pesar del clamor popular, nada, hace que los médicos se preocupen por este padecimiento tan común, como insoportable.
Por qué no le declaran la guerra a la gripe de una vez por todas. La eliminan, como lo hicieron con la viruela. Y acaban de este mal que el hombre debe traer como estigma desde la última Edad de Hielo.
Con este mal, uno se ve terrible y se siente peor; los brazos pesan, el hambre se escapa, las ideas se bloquean y se tiene la odiosa necesidad por dormir a cualquier hora y en cualquier parte.
Y se despierta peor que antes de dormir, con la boca seca, la visión amarilla y como que la película de la vida estuviera en cámara lenta. El aire veraniego, ese sabroso aire fresco, es el más infame de los males en la piel. Se siente que te hiela y te enferma más.
No hay brebaje que solucione el problema. No hay pócima que ayude a rebajar los síntomas; que combatan estos microorganismos mermadores del cuerpo y el espíritu humano.
Luego estos virus, acaban con la tarea y abandonan el cuerpo que atacaron en el momento que ya, ese mismo cuerpo, no les es útil.
Entonces el campo de batalla queda derruido, con anticuerpos mutilados por todos lados, uno que otro glóbulo blanco tirado y torturado, aún con su espada empuñada. Aparecen algunos virus que sacrificaron su vida por conquistar un cuerpo más. En esa batalla que terminaron ganando. Y de la que ahora salen victoriosos.
Para todo esto la medicina del siglo XXI, no ayuda gran cosa, solo es un espectador más de este circo llamado gripe.
Pero ¿qué tiene de interesante este cuerpo maltrecho para los bichos? Nada. Realmente no represento una victoria gloriosa, sino que represento un campo de entrenamiento para ellos. Por ello mi gripe es experimental, y tiene su dosis diferente a las demás. Porque aquí se preparan los virus para las batallas que sí valen la pena.
Como diría Julio Camba sobre estos temas: “pero ya me he cansado y en nombre de toda la humanidad acatarrada solicito para el resfriado la atención de la ciencia y el respeto de las familias. Convengo que la tuberculosis es más dramática que el resfriado, pero exijo que al catarro se le dé cierta categoría. Si el gato es el tigre del pobre, el resfriado es la tuberculosis del principiante” Cuánta razón la de este hombre. Y la fiebre sigue subiendo...
Angel Elías.
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