Esas tardes de chocolate caliente, de pastelito con velas, y manteles largos Sé que aparecerá. Que vendrá con los ojos puestos en un regalo inmenso y sincero. Que me deseará junto a un beso un feliz cumpleaños.
Entonces, sólo entonces no recriminaré sus 364 ausencias anteriores. Porque ella tendrá la excusa de siempre, -mucho trabajo, exceso de estudio, falta de tiempo –y le creeré, le diré que no importa, aunque sé, no es así.
Esas tardes que desde hace ya veintidós años se vienen repitiendo. Que se vienen colocando en el carrete del tiempo. Pero que desde hace seis ya no es el mismo.
Porque ahora, ya no espero con ansias un carrito envuelto en papel de colores, solo espero que no olviden que desde hace años vengo chingando la vida.
Pero, ella no viene. No aparece, como años anteriores. Y recuerdo que es así desde hace mucho. Que siempre excusó su ausencia, con mi indiferencia y ahora la disculpa con nuestra lejanía contextual.
Entonces el chocolate no sabe igual, y los regalos no son suficientes, porque siempre falta uno. Y luego, faltarán más. En esta marejada a la que llamamos vida nos da y nos quita a muchos, y no lo entendemos.
Pero vendrán más regalos, vendrán más ausencias. Es irremediable. Porque en esta vida, en este día, todo es perecedero, hasta el pastel de cumpleaños, que cada año es más pequeño y con más velas.
Vendrá ella y otras. Con otro rostro, pero con la misma excusa. Con otro perfume, otro vestido, y una arruga más. A darme el abrazo de fiestas onomásticas. A celebrarme el santo. Que con aureola, una espada y sus alas pegadas en la espalda, me recuerdan que todavía hay alguien que evita que caiga completamente al infierno.
Los cohetes, ya no suenan más como hasta hace algunos años. Porque es tonto quemárselos uno mismo. Entonces la fiesta no empieza, y nadie llega. Las fiestas sin amigos no son fiestas. Entonces ya no celebro nada. Porque cada año alguien desaparece para siempre sin que sepa cuánto significaba par mí.
Luego el próximo año. Alguien sonreirá en la foto con el pastelito. Con un regalo en papel manila o celofán. Pondré cara de sorpresa y complacencia aunque sean calcetines y un pañuelo. Pero sé que será sincero, que será significante para el siguiente cuando ya no esté.
Así es cada año. Así es cada época. Unos van y otros vienen. Unos se quedan y otros te roban el recuerdo. Solo queda esperar que este instante dure por siempre, cuando, seguro, estamos feliz.
Y luego, los amigos tocan a la puerta y desean felices fiestas. Y solo esperaré el próximo cumpleaños, con la esperanza puesta en que será diferente y lo será. Porque nuevos ojos darán vida a esta existencia. Y dirán que cumplas muchos años más.
Angel Elías
Entonces, sólo entonces no recriminaré sus 364 ausencias anteriores. Porque ella tendrá la excusa de siempre, -mucho trabajo, exceso de estudio, falta de tiempo –y le creeré, le diré que no importa, aunque sé, no es así.
Esas tardes que desde hace ya veintidós años se vienen repitiendo. Que se vienen colocando en el carrete del tiempo. Pero que desde hace seis ya no es el mismo.
Porque ahora, ya no espero con ansias un carrito envuelto en papel de colores, solo espero que no olviden que desde hace años vengo chingando la vida.
Pero, ella no viene. No aparece, como años anteriores. Y recuerdo que es así desde hace mucho. Que siempre excusó su ausencia, con mi indiferencia y ahora la disculpa con nuestra lejanía contextual.
Entonces el chocolate no sabe igual, y los regalos no son suficientes, porque siempre falta uno. Y luego, faltarán más. En esta marejada a la que llamamos vida nos da y nos quita a muchos, y no lo entendemos.
Pero vendrán más regalos, vendrán más ausencias. Es irremediable. Porque en esta vida, en este día, todo es perecedero, hasta el pastel de cumpleaños, que cada año es más pequeño y con más velas.
Vendrá ella y otras. Con otro rostro, pero con la misma excusa. Con otro perfume, otro vestido, y una arruga más. A darme el abrazo de fiestas onomásticas. A celebrarme el santo. Que con aureola, una espada y sus alas pegadas en la espalda, me recuerdan que todavía hay alguien que evita que caiga completamente al infierno.
Los cohetes, ya no suenan más como hasta hace algunos años. Porque es tonto quemárselos uno mismo. Entonces la fiesta no empieza, y nadie llega. Las fiestas sin amigos no son fiestas. Entonces ya no celebro nada. Porque cada año alguien desaparece para siempre sin que sepa cuánto significaba par mí.
Luego el próximo año. Alguien sonreirá en la foto con el pastelito. Con un regalo en papel manila o celofán. Pondré cara de sorpresa y complacencia aunque sean calcetines y un pañuelo. Pero sé que será sincero, que será significante para el siguiente cuando ya no esté.
Así es cada año. Así es cada época. Unos van y otros vienen. Unos se quedan y otros te roban el recuerdo. Solo queda esperar que este instante dure por siempre, cuando, seguro, estamos feliz.
Y luego, los amigos tocan a la puerta y desean felices fiestas. Y solo esperaré el próximo cumpleaños, con la esperanza puesta en que será diferente y lo será. Porque nuevos ojos darán vida a esta existencia. Y dirán que cumplas muchos años más.
Angel Elías
Comentarios
La poesía, la describes muy bien. Es un regalo.
Saludos a Mexico. Ernesto y gracias por la visita.