Cada diciembre el fenómeno de la nostalgia ataca parejo, así como la de la gripe. O todos andan resfriados o todos andan deprimidos. Debe ser por el ambiente. El viento gélido de estas fechas como que nos vuelve más vulnerables, más sensibles.
Entonces medio mundo anda con los mocos a medio caer. Sumergido en un sin fin de convivios, fiestas, tragos, compras y lucecitas de colores. En el cual se sumerge lentamente, como cuando se entra a una piscina. Pero deja la cabeza afuera para no ahogarse.
El guatemalteco es un poco nostálgico. Muy dado a recordar y a llevar pollo al aeropuerto. Por ello estas fiestas le pegan duro. Entre tanta bulla se pone triste. Por disparatado que parezca, la bulla y el relajo le hacen recordar más a sus seres queridos.
En estas fiestas de fin de año, se aprovecha para llorar lo que no se lloró en el año. Y se aprovecha a abrazar a quien no se abrazó en todo el año.
Se aprovecha a tomar ponchecito caliente y a correr con los patojos en la calle. A visitar a las viejas amistades y desearles buen año.
El fin de año otras veces ha tenido un color distinto. Este año los colores de la pascua y el pino han inundado la casa donde estoy y se estacionaron allí desde principios de mes.
Angel Elías
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