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Mostrando las entradas de febrero, 2008

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Esa noche. La lluvia caía inexorablemente sobre las cabezas de los que pasaban sin voltearla a ver. Aquella mujer lloraba. Y nadie parecía darse cuenta de ello. Su zapatilla se había roto. La misma que él, el que cruza la esquina sin voltearla a ver, le había regalado en el día de su cumpleaños treinta. Tuvieron que pasar cientos de personas para darse cuenta que la vida no se detiene. Que la lluvia no dejará de caer. Y el recuerdo, es un hombre que cambia de sombrero, según el clima. **** Ellos se encontraron y se reconocieron. Como la vez que se encontraron en Atitlán y compartieron sueños, hace ya hace varios años. Ahora se hallaron a miles de kilómetros, en diferentes circunstancias. Él la reconoció por aquel lunar en el cuello. Y ella reconoció la cicatriz en la mano, la misma que se hizo por cortarle una rosa en San Valentín. Ambos desde su separación sabían que su encuentro era insalvable. ¿Pero, por qué ahora? ¿En estas circunstancias? El vuelo de ella se había cambiado

Crónica de amores efímeros.

Un mes de montaña rusa. No apto para cardíacos. Mucho menos para mí, añejo corazón. Desde noviembre las cosas cambiaron. Un mes que se perfilaba como normal toma un giro inesperado con una invitación, insospechada. Que al final terminó siendo el zarpazo final. Aunque en eso de los enamoramientos las cosas son así, un zarpazo en el momento menos esperado. Y luego nada, así de simple es la vida, un tumulto de arbitrariedades en contra de un longevo corazón y después el silencio. Y no es que quisiera una fiesta, sino que simplemente no me esperaba un silencio así. Espectral y sonámbulo, como programado. Ahora ella parte, sin más ni más. Y no voy a hacer nada por evitarlo. Nunca haría algo así. Porque somos vidas completamente distintas, separadas. Y desde el principio de los tiempos fue así. Que por alguna extraña razón hayamos coincidido en un espacio idéntico, no significa que nos perteneciéramos. Aunque todavía me sonrío en nuestro primer encuentro, donde su tibieza me conmocionó. Tení

Quiché, reino de los recuerdos

La primera vez que visité Santa Cruz del Quiché, fue por una invitación. Ahora cada vez que vuelvo, me invito solo. De alguna manera Santa Cruz del Quiché es significante para mí. Se vuelve un multicolor abanico de guatemalidades combinadas perfectamente con el verde de sus bosques y selvas. Nunca había tenido la oportunidad de conocer la extensión completa de su magnificencia. Al llegar uno se percata que los años no han pasado por allí. En la Ciudad de los Eternos Celajes, como le dicen, pareciera que el tiempo nunca pasa, aunque la modernidad los invada. Compuesto por tres parques que se encuentran juntos, uno de mis mayores placeres es sentarme en uno de ellos y ver transcurrir la tarde. En uno se encuentra la estatua de Tekúm Umán, mítico personaje guatemalteco. Hecho por Galeotti Torres, a quien no se si le pagaron al fin de todo su trabajo. Él hizo todos los monumentos a Tekúm, en Guatemala. En el siguiente parque se puede admirar la iglesia católica y sentarse a platicar en sus

Picuegallo IX

Atitlán Uno de lo pasos obligados por el occidente guatemalteco es Atitlán. Las orillas del lago más bello del mundo. Ciertamente esta visita no se puede escapar. Aunque mucha gente piensa que Atiltán es el lago. Y cuando llegan a lugares como Panajachel, municipio que se ubica en sus márgenes, éste queda opacado. Lo mismo sucede con todas las poblaciones, se Atitlanizan, si es que se puede decir de esa manera. Este fenómeno no es del todo bueno ni del todo malo. Cuando se llega Sololá, departamento en el cual se ubica el lago, uno se da cuenta que todo gira en torno a lago. Pero no hay buena introspección de la riqueza cultural que encierra el municipio. Como por ejemplo sus cofradías o la riqueza de sus trajes regionales. Eso por solo mencionar algunas cosas. Pareciera que toda la peregrinación va al lago en sí. De regreso de San Pedro La Laguna, me entretuve viendo el correr del agua por el lago. Y me supe un poco atolondrado por embragarme con la belleza de sus aguas. Al llegar a