Un mes de montaña rusa. No apto para cardíacos. Mucho menos para mí, añejo corazón. Desde noviembre las cosas cambiaron. Un mes que se perfilaba como normal toma un giro inesperado con una invitación, insospechada. Que al final terminó siendo el zarpazo final. Aunque en eso de los enamoramientos las cosas son así, un zarpazo en el momento menos esperado. Y luego nada, así de simple es la vida, un tumulto de arbitrariedades en contra de un longevo corazón y después el silencio. Y no es que quisiera una fiesta, sino que simplemente no me esperaba un silencio así. Espectral y sonámbulo, como programado.
Ahora ella parte, sin más ni más. Y no voy a hacer nada por evitarlo. Nunca haría algo así. Porque somos vidas completamente distintas, separadas. Y desde el principio de los tiempos fue así. Que por alguna extraña razón hayamos coincidido en un espacio idéntico, no significa que nos perteneciéramos. Aunque todavía me sonrío en nuestro primer encuentro, donde su tibieza me conmocionó. Tenía una radiación limpia, sin tropiezos y exacta. Ella por sí misma se bastaba.
Con el tiempo me di cuenta que mujeres como ella, no se dan en serie. Que tenerla cerca es un privilegio de pocos. Entonces para qué encadenarla a mí. Si el mundo puede llenarse de ella. Las cosas simples de la vida se dan así, sin pensarlo mucho. Pero tampoco que se escuche que ella se va porque la dejo ir, no. Ella se va porque es su destino. Se va a buscar su pasión, guidada por un sueño. Eso me maravilla.
Luego, con los años, que transcurrirán irremediablemente, el mundo habrá de dar tumbos distintos que probablemente no nos volverán a unir; ¿o tal vez sí? Eso nadie lo sabe.
Aunque es poco probable que ella lea estas líneas, y también es poco probable que en su trotamunda existencia pueda entretenerse en el blog, le deseo toda la suerte del mundo y que se lo termine devorando, como es uno de sus sueños. Y si bien no pude entregarle su regalo navideño, todavía estará empacado para el fin de los tiempos.
El amor, con el tiempo, ¿en qué carajos se convierte?
En una de sus amplias metamorfosis lo veo de capa caída. Lo veo herbívoro o antropófago; otras veces mendigo y verdugo. Lo veo nazi, neurótico y arrepentido. Odioso en sus mejores días. Indiferente en los domingos de ocio.
Me cansan sus cambios.
Tanta metamorfosis desfigura el rostro quebradizo del amor. El tiempo, su mejor cirujano, llega y con sus minuciosos instrumentos acaba, como siempre, con tanta incertidumbre.
Ángel Elías
Diciembre 2007
PD.
Je veux une image du Big Ben avec vous
Comentarios
y yo aquí, aún despierto¨] Al leerlo, me senti totalmente identificada. Muy cierto lo que se dice ahí. Dejo saludos.
BUENO SALUDITOS
:-)
Michigan: El amor puede volver al ser humano, otra vez humano, sentimiento extraños, pero sentimiento al fin. Un fin hermoso
anonimo; gracias por lo del poema. Aunque el poema tiene unos ojos hermosos y un enorme corazón
Muchos saludos mi estimado.
Pues esperamos que se repita aunque no dependa enteramente de mí. Sí me entusiasma la idea.
Un abrazo hasta tu isla.
bueno, Qué importan las otras veces...
Ahora solo queda darle un digno final, creo que de alguna manera eso salvaría la situación.
En este momento, en eso trabajamos, los resultados, Solo el tiempo dira, como dice la canción
Definitivamente asi son los amores efimeros. Yo lo vivi a plenitud, pero sin sufrimiento, asi es esto, espontaneo, grande y hermoso
y lo mejor, una visita de ensueño al dentista, sin dolor...
Hay que dejar los recuerdos como lo que son, recuerdos y evitar trastocarlos, gracias por la visita