A veces debemos aceptar que nos equivocamos, sano ejercicio de humildad. Hace pocos días un amigo fue regañado por uno de sus jefes en el trabajo. Esto porque, mi amigo, se estaba excediendo en sus funciones, y que aunque en un principio fue gracioso para todos, con el tiempo se volvió cotidiano. Y de alguna manera vino a trastocar el objetivo de la empresa en la que laboraba.
El resultante, descontento entre los accionistas de aquella empresa. Y como todo buen jefe, pues se descargaron sobre aquel amigo. Todo trabajador en alguna ocasión ha experimentado la sensación de nunca ser fiscalizado, mientras cumpla con amplias expectativas su trabajo. Luego, como esperando que se equivoque, lo hace. Y se le viene el mundo encima.
Pareciera que el guatemalteco, no creyera que alguien acepte sin renegar, ni echarle a nadie su culpa. Pues eso fue lo que hizo este amigo. A sabiendas de su error lo aceptó, en primera instancia, y sin remilgos. Y por supuesto, sabía que no estaba en lo correcto.
Su jefe como que no le creyó, siguió con su regañó. A todo esto mi amigo, solo le decía que emendaría su error. Que no se preocupara. Entonces su jefe siguió achacándole toda la culpa, diciéndole que no permitiría más errores de esos en la empresa. Aquel amigo, le respondía con una sonrisa (que tal vez malinterpretaron como irónica, aunque a esas alturas no habría razón más allá de la amabilidad) que eso no se volvería a repetir.
Entonces el jefe enfureció y lo amenazó con echarlo. A todo esto ante la ira de su jefe, aquel amigo, optó por lo lógico, seguirle la corriente. Su jefe, según me contaba, despotricaba en la oficina, se tomaba de la cabeza y lo señalaba constantemente.
Y por qué no te defendiste –le pregunté. -¿Defenderme de qué? –me dijo. Si yo sabía que era mi error, pero que a esas alturas no podía enmendarlo, solo me quedaba no volverlo a hacer –me dijo con la naturalidad del caso.
Pero, ¿en realidad el jefe estaba enojado por el error? ¿Estaba enojado por la naturalidad con la que mi amigo aceptaba su error? Aunque entiéndase que no estaba corriendo peligro la vida de nadie. El guatemalteco pareciera que es demasiado flemático. Necesitan armar su telenovela para sentirse importante. En el caso del jefe de mi amigo, necesitaba con quien descargarse, pero al no encontrar la respuesta que buscaba, terminó por irritarlo más.
Mi amigo, no tiene la intensión, según él, de dejar el trabajo. Pero nadie tiene amarrada la silla a ningún lado –dice después.
Aquel amigo me dio una lección de humildad. Aceptó con todo y todo su responsabilidad. Y la descarga de escorpiones de su jefe, que al no ver reacción en su subordinado terminó enfureciéndolo. Ahora su jefe anda encima de él, como esperando que caiga. Pero no lo ha hecho.
–Oye, y no te molesta que te fiscalice todo el día –le pregunté cuando lo volví a encontrarle. –No –me dijo –Total, debe justificar su existencia.
Ángel Elías
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Abrazo grande
Ya no te perdas mano. te envio un abrazo de vuelta y vuelta, como diria la cancion...