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Mi vidita te ando II


Foto: La Soledad no es virgen

Ella que hasta hace unas horas se sentía la más mimada entre las vírgenes…la más querida, la más sufrida, la más golpeadita por la vida –celestial-, pero golpeadita al fin, se levanta antes que el sol como a capricho, va arrastrando los pies, con un gong enloquecido dentro del pecho, marchando a ratos como una obertura a berrinche, con la corona enmarañada en la cabellera, tan caprichosa, sin cuidado alguno de estropear los redondos cachetes, las barrigas y risos de querubines obesos y dormilones que ronronean, y que más rabiosa que nunca, va aplastando a su paso, ajenos a este minuto, este minuto flotante entre la pavorosa eternidad, en que la doncella celestial soñó con poesía.


Se planta frente al espejo, se desnuda, toma un pintalabios y lo desliza suave por su boca para despojarse de esa irritable sonrisa de orgullo y condescendencia. Llora, llora porque está sola, como otras veces, -pero esta es de verdad-, y rompe a llorar, sin glamur divino, con su llanto de contrabando, entre lágrimas suicidas que se lanzan desde el filo de sus pupilas al abismo, en diferentes estilos, y con las otras también, esas lágrimas de plástico puestas en sus mejillas por alguna cincuentona cachureca…tan desolada como ella. El llanto sigue, frenético, la virgen se arranca una por una las borlas de plástico que figuran lágrimas y las lanza furiosa contra el espejo. Llora y ahora además besa la fría superficie del espejo y juramenta ante sí:

-Yo, que hasta ayer fui tan colmada de fe, tan complacida de plegarias y ofrendas, de amores imposibles, de candelas y abalorios, de secretos y rezos llenos de promesas a cual mayor postor entre los feligreses en la vigilia… Yo que ante la mínima amargura, la más minúscula astilla en mi dedo índice, podría hacer un picnic en la dulzura azul del espacio, invitar, recibir la atención y los mimos de todas las demás para cantar y trenzarnos el cabello mientras esos pequeños gordos alados…¡guaaaaj!

Escribe con el pintalabios sobre el espejo:


Abjuro

-Y a partir de ahora escribiré:


Una metáfora…sí:


…Tan solo una… vamos…sería el antídoto, la panacea para las próximas 8 horas:


Aúlla. Llora, culpa a la poesía de la amarga ociosidad de su piel, tiene frío, dolor. Canta algo nunca antes registrado en el repertorio, la orquesta celestial a su disposición es un desastre y hace más patético y triste su ahogo. Mira alrededor, la soledad la tiene aterida, cierra los ojos, tan amante de su carne, de su sangre, los abre, la luna pelea en el vacío, rumora algo, se derrama de subjetividad, la ebriedad, esa que es la peor, la de sí misma, la hace reventar, escribe algo rápidamente y patea el espejo

Piedra lapidada

-Yo que antes era la más… quiero escribir... esta soledad me… tiemblo… no puedo… Yo solo sé palpitar.
Alejandra Solórzano

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