Me alejaré de ti, como inmóviles se alejan los árboles del río
Luis Cardoza y Aragón
Existen esas difíciles decisiones donde el adiós es inevitable. ¿Se puede despedir sin dejar una lágrima perdida? Los adioses son esas separaciones donde se teme por lo desconocido. Por ello no me gustan los aeropuertos. Son esas puertas donde el retorno queda resumido a una esperanza y nada más. Pero lo más duro de los adioses es la separación de lo que creemos nuestro, pero que en ese momento dejamos partir.
Y sabemos que no podemos hacer nada. Y esa impotencia por la imposibilidad. Luego vienen los lamentos, los gimoteos, los suspiros. Una herida más en el corazón. ¿Las heridas sanan? Siempre lo hacen. En un proceso, a veces duro, a veces fácil. Por ello los adioses son imposibles de evitar. Siempre despedimos. A veces sin saberlo. ¿Tenemos amigos a quienes ya nunca volvimos a ver? Las despedidas que duelen son aquellas que las sabemos despedidas. Un hasta siempre. Porque el tiempo es muy grande, un aliado o un enemigo demasiado fuerte.
Las despedidas están precedidas por la sensación de separatividad. Nos sentimos mal por dejar una parte de nosotros en algo o en alguien. Y el dolor es mayor cuando ese algo o ese alguien en realidad se lleva una gran parte de nosotros.
Desconocemos si nos volveremos a ver. Si volveremos a tener aquello que cedimos. Y sabemos que muy probablemente no. Que no volverán las cosas a ser lo mismo. Y entonces nos entristecemos. ¿Y si nosotros somos los que partimos? Esa es otra situación. Sabemos que debemos irnos. Pero no nos deja de doler. Dejamos recuerdos, dejamos nostalgias, risas, y un poco de amor.
En estas semanas, las separaciones y los adioses han sido mi pan diario. Unos voluntarios y otros muy forzados. Pero que al fin son separaciones. Y han sido separaciones en las que me he quedado como un observador. Donde no se puede hacer nada más allá de mover la mano y despedirse.
Y provoca cierta impotencia no hacer nada. ¿En realidad se puede hacer algo cuando el río lleva en su corriente nuestros recuerdos? Y se entra el dilema de saber si en realidad era lo último que se podía hacer.
Las despedidas deben ser dignas. Deben hacerse con la frente en alto. Aunque el calvario sea interno. Deben hacerse en el momento. No antes, no después. De lo contrario vacilaremos, y sin voltear hacia atrás. ¿Y si nos arrepentimos? Es válido echarse para atrás, siempre y cuando estemos convencidos.
Y ahora despido muchas cosas, muchas gentes. Lo creo necesario. Dejar lo que nos aferra y llevarnos lo que queremos junto a nosotros. Todo la historia se encargará mostrarnos..
Ángel Elías
Comentarios
Definitivamente que las cosas no siempre serán las mismas, pero es que no son las mismas
El adios tambien puede ser el mejor tributo a esas breves estancias que nos marcan para siempre
el mejor tributo a nuestros recuerdos. epa, amigo!!! de quien ese poema?
eso suele suceder
gracias MS por la visita
ya sabemos que las extorsiones vienen gracias a su internet inalámbrico.
Recuerde que ya pague mi cuota de desengaño---
ehh