En Guatemala gustan del ruido. Pareciera que con ese ruido tratan de llenar un vacío muy grande. Por todos lados se escucha un murmullo que con el tiempo termina siendo estridente. A los guatemaltecos esto ya no les molesta. Y la competencia de decibeles alcanza niveles muy altos. En este país el silencio, el que a veces encuentro de las iglesias, es un bien muy escaso.
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He recogido de tu cepillo el cabello que has dejado. Ahora que has partido es lo que aún me queda de lo que fuimos. Ese cabello es el enlace entre la realidad y mi pasado. Y es así, ese liviano recuerdo castaño ha dejado una huella profunda enredada en lo único que me queda de ti, tu cepillo.
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Esa tarde, atrapé por un momento tu aliento. Un hálito de retozo convertido en aire se escabullo por la nariz y llegó a mis pulmones. Un cálido sentimiento, muy tuyo corrió rápidamente por aquel recinto. Una historia, unas paredes y un sueño profundo como testigos del robo de tu aliento.
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Ayer no supiste que estuve enfrente de tu casa. Que la lluvia me atrapo y no pude tocar a tu puerta para que abrieras. Esa noche llamaste para decir que ya nada valía la pena. Que no era suficiente el esfuerzo. Esa tarde la lluvia cayó en la ciudad sin consuelo. Los aguaceros me cayeron esa tarde. El desconsuelo me alcanzo después.
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Las lecturas en países como el nuestro son muy difíciles. No hemos comprendido sobre su importancia. Sobre el valor de un libro entre las manos. Es como abrimos una ventana para conocernos. Por ello somos una sociedad rara, sonámbula y retrasada. No nos conocemos ni siquiera a nosotros mismos. Y somos aparentemente felices así. Por ello somos una sociedad de miedos, de incertidumbres, somos una sociedad marchita.
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Una chica desconocida se ha sonreído conmigo hace algunos días. No es algo que pase todos los días. No es muy común. ¿Qué habrá pensado? ¿Le habré recordado a alguien? Ciertamente algo habrá concedido entre su memoria, mi presencia, y quién sabe, entre su buen humor.
Ángel Elías
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He recogido de tu cepillo el cabello que has dejado. Ahora que has partido es lo que aún me queda de lo que fuimos. Ese cabello es el enlace entre la realidad y mi pasado. Y es así, ese liviano recuerdo castaño ha dejado una huella profunda enredada en lo único que me queda de ti, tu cepillo.
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Esa tarde, atrapé por un momento tu aliento. Un hálito de retozo convertido en aire se escabullo por la nariz y llegó a mis pulmones. Un cálido sentimiento, muy tuyo corrió rápidamente por aquel recinto. Una historia, unas paredes y un sueño profundo como testigos del robo de tu aliento.
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Ayer no supiste que estuve enfrente de tu casa. Que la lluvia me atrapo y no pude tocar a tu puerta para que abrieras. Esa noche llamaste para decir que ya nada valía la pena. Que no era suficiente el esfuerzo. Esa tarde la lluvia cayó en la ciudad sin consuelo. Los aguaceros me cayeron esa tarde. El desconsuelo me alcanzo después.
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Las lecturas en países como el nuestro son muy difíciles. No hemos comprendido sobre su importancia. Sobre el valor de un libro entre las manos. Es como abrimos una ventana para conocernos. Por ello somos una sociedad rara, sonámbula y retrasada. No nos conocemos ni siquiera a nosotros mismos. Y somos aparentemente felices así. Por ello somos una sociedad de miedos, de incertidumbres, somos una sociedad marchita.
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Una chica desconocida se ha sonreído conmigo hace algunos días. No es algo que pase todos los días. No es muy común. ¿Qué habrá pensado? ¿Le habré recordado a alguien? Ciertamente algo habrá concedido entre su memoria, mi presencia, y quién sabe, entre su buen humor.
Ángel Elías
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saludos