Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de enero, 2011

Rogelia

Fue la última vez que me subí al metro. Dos agentes me detuvieron cuando salí del vagón antes de que pudiera salir a la calle. Me tomaron del brazo, me pidieron papeles. Todos me observaban con indignación como si les estuviera robando, como si fuera una criminal. Paré dentro de la patrulla de migración. Temó que mi hija ya no pueda seguir en la escuela. La dejé hace dos años al cuidado de mi madre. Son lo único que tengo. Mi maternidad fue hermosa. Hasta que los gastos fueron duros y no teníamos para comer. Tuve que salir a buscar trabajo, pero nadie me aceptaba. Una vecina me dijo que su marido estaba en Nueva York trabajando, que podía ir con él, que un coyote me llevaría segura. Lo dudé por días. Mi hija, mi madre… quería estar con ellas. Pero tampoco deseaba verlas morir de hambre.   El viaje fue duro. Nadie espera que lo traten así. Miles de kilómetros de sufrimiento y barbarie. Murieron dos compañeros en el desierto. En algún lugar los b

Texto Zip XXI

Tarde calurosa de febrero. Bien dicen que ese mes es loco. Y claro nada puede ser más loco, que pensar que la vida puede ser un cúmulo de sorpresas. Suena el celular, ella me dice que no llegará, que tiene otra cosa que hacer, otra vez. Los amigos sonríen ante mi ingenuidad. Todos nos enfrascamos en un cúmulo de expresiones sin sentido. Un poco de congoja y pesar invade el ambiente. Es difícil hablar cuando se tiene el corazón vacío. Un poco de café al final de la sala, un poco de esperanza al final del día. Brindamos letras. Entonces, solo entonces, cuando poco a poco creemos que el aburrimiento será el menú del día, ella entra, comienza con la función. ********** Un hombre me ve con la nostalgia que solo le puede dar una vida confusa. Voy en el bus y suena cualquier música barata. A todos parece gustarle. A mí me molesta. Veo por la ventanilla y diviso la bruma de una cuidad que poco a poco se duerme arrullada por bocinazos y el s

Apofonías IX

Suspiro: Una especie de pajarito atrapado en tus labios Sol: El medio día perdido en tu cabello, se escabulle de vez en cuando para conocer otras latitudes, otros panoramas. Ilumina con cada sonrisa en los equinoxios y el los solsticios se escapa a jugar un rato. Sabor: ¿Qué sabor tienen tus pensamientos en la mañana? Libro: esa parte que extraño de ti. Que me devuelvas los libros gastados. Resaca : Todos tenemos resacas… algunos la mantenemos toda una vida. Ventana: esa parte que nos conecta con el exterior, donde estamos lo suficientemente seguros como para ver sin asustarnos. Sueños: Aquello que creímos nuestro. Ovejas escapadas del cielo. Papel: Dice que lo aguanta todo. Esa tarde lloró tu despedida. Regalo: La regaste, pue… Desayuno : Frijoles fritos, periódico, noticias, titulares, el sol por la ventana, el frio escabulléndose por las cobijas, la cama despertando, los buenos días s

Sismos

A lo largo de nuestra existencia los temblores vienen a cambiar nuestra cotidianidad. No hablo de los grandes terremotos, ni tampoco de las catástrofes mundiales, simplemente hablo de los pequeños movimientos de tierra que nos hacen quedarnos en silencio por un momento. Los sismos suelen sorprendernos, suelen causarnos un poco de miedo y es por unas horas o días el tema de conversación -¿sentiste el temblor? Esta vez quiero referirme a los temblores personales, aquellos que tambalean y bambolean, cual péndulo, nuestra vida. Son necesarios al fin y al cabo, porque nos demuestran la fragilidad de nuestro destino, nos muestran lo poco estable de nuestra vida, como la conocemos. Esos sismos personales, que nos hacen reflexionar sobre las cosas que hacemos o dejamos de hacer. Son el estornudo del mundo, lo que nos sacude para despabilarnos, cuando nos dormimos en nuestra tristeza o nuestra alegría. Durante un sismo, todo se queda callado, solo el ru

A unas horas después de la bulla

En estas fechas, lo demás son promesas. Los propósitos, son siempre los mismos. Aquellos que vemos diluirse con el transcurso de los meses. Porque somos expertos en promesas. Aunque esos logros están supeditados a la voluntad y otro poco a la fortuna. Y pasamos fines de año, celebrando, emborrachándonos de sueños y buenos deseos. Somos máquinas que derrochamos generosidad, impulsados un poco al saber que el año que se extingue, no son más que consecuencias. Somos sueños malogrados. Con el pasar del tiempo, olvidamos ir al gimnasio, olvidamos leer aquel libro, olvidamos ese ser en el que nos transformamos en ese último mes. Una mezcla rara entre santa Claus y el reno de la nariz roja. Llenos de voluntad  e impulso. Todos los años es lo mismo. Con variantes exóticas. ¿Por qué no cambia nuestro país cuando celebramos el año nuevo? ¿Acaso, todos contagiados por el espíritu de la época, no nos provoca la necesidad de ser mejores? Y claro, lo tratamo