Claro, la terapia ayuda, me dijo el analista. Y en efecto, antes de terminar internado es mejor preparar jardines y flores. Entonces empecé a cuidar macetas y arreglar petunias. Y mi ira se calmó. La ansiedad provocada por los días mermó poco a poco. Era claro que necesitaba un escape al bullicio de mi cabeza. Las voces, las voces, amigo doctor, no me dejan ni bañarme.
Creo que Guatemala necesita una terapia ocupacional. Requiere de un momento para reencontrarse ante tanto desconcierto. Creo que es mejor sembrar flores que matar gente. Y es que esta ciudad sumergida en la vorágine de destrucción, yo presiento que el guatemalteco ha de estar enfermo. Algo ha de gestarse dentro de él para que se sienta muy perturbado. Para que se sienta casi extinto, para que necesite matar. Y en efecto, se mata a sí mismo. Trata por todos los medios de sacrificar lo último que le queda dentro de su salud mental. Diariamente se engulle toneladas de violencia que solo alivia con dosis similares de indiferencia. Entonces, ese guatemalteco anda narcotizado. Anda perturbado.
Yo me encargo de sembrar claveles. Me parece una labor humilde. No daño a nadie, más allá de uno que otro insectito que paso a otro jardín. Terapia ocupacional, me dice mi doctor. Algo que los guatemaltecos necesitamos para no seguir matándonos.
Ángel Elías
Comentarios