Mercedes se prepara para salir. Se pone su güipil, su corte y levanta su canasta. Deja algo de comida a sus hijos. Frijoles es el menú de hoy. Sale de su casa dejando dormidos a sus hijos. Presurosa recorre la empolvada calle de la aldea. Unos perros salen a ladrarle, se escabullen y arman el escándalo entre las cañas que hacen de muros perimetrales, débiles y biodegradables. En la entrada de la aldea hay un bus que la espera. Ya adentro, más señoras. Todas van arregladas. Mercedes encuentra a sus comadres dentro. Platican. Es domingo y la mañana se vuelve más calurosa. En la radio del bus suena música de banda. El chofer usa sombrero y tiene un leve aspecto de vaquero. Usa botas y bigote espeso. Chulea cuando puede a las hijas de las señoras. Ellas solo se ríen o hacen caras de incomodidad. Un hombre se sube y les dice que a cada señora se le entregará una playera, del color del partido. Y algunos afiches que ellos hicieron apoyando al candidato. Mercedes recibe un afiche con la cara del candidato, que ofrece empleo, seguridad y muchas mentiras, piensa.
Aquel hombre de lentes negros, que evidentemente no es de allí, les dice que cuando vean al candidato que está en la foto, griten fuerte. De lo contrario no habrá almuerzo, dice entre broma y en serio. El viaje comienza… el encargado del bus es Jaime, el presidente del comité de mejoramiento de la aldea Quebrada Seca, aldea de donde viene Mercedes. Quebrada Seca se encuentra a 2 horas de terracería del pueblo a donde llegará el candidato. El bus comienza su marcha. Entre empujones, apretones y polvo, mucho polvo. En el camino se entretienen viendo el paisaje. Cada vez que pasan por una comunidad, pasan saludando y gritando insignias del candidato. Todos los niños salen al estruendo de las bocinas de los buses. Mercedes se siente contenta. Pocos veces va al pueblo, y poquísimas de gratis con comida incluida. Don Jaime les dijo a las mujeres que tenían que ir. Que dejaran preparado todo en su casa y que fueran a apoyar al candidato. El alcalde había dicho que agradecieran el servicio de agua potable, y que la mejor forma de hacer era apoyándolo. Que agrado quiere agrado.
Mercedes sabe que el agua es importante, que pasaron casi 10 años para que un tubo de plástico blanco llegara a su casa. Antes iban al río que les quedaba lejos. Se bañaban, pero regresaban otra vez empolvadas. Con las cejas cenizas. Practicando y practicando, aprendieron la canción. Uno, dos, tres… esta vez volvemos a ganar…. Cuatro, cinco, seis… seguiremos con lo bueno… siete, ocho, nueve… las cosas mejorarán… diez razones para votar por Guayito, alcalde en dos periodos y que en ocho años solo ha llegado dos veces a la aldea de Mercedes. En la primera campaña y para inaugurar el chorro en el patio de la escuela, que se llenó diciendo que era la entrada de la modernidad a Quebrada Seca.
Mercedes llegó al pueblo y se bajaron en el estadio municipal, que no era más que un campo lleno de piedras y polvo. Llevaba una cinta en la cabeza del color del partido. Y con la foto en cartón del candidato se daba sombra y por momentos aire. No podían moverse de allí, según don Jaime, porque en cualquier momento llegaba el helicóptero con el ungido.
El calor era abrasador. Un poco de agua que los organizadores entregaban no fue suficiente. Las bolsas de agua no llegan a Mercedes. En aquel lugar había pancartas con el rostro del candidato y sus diputados. El alcalde esperaba con lentes negros bajo el toldo donde se encontraba el escenario. Unas mujeres bailaban en minifalda al ritmo de reggetón, nadie les hacia caso alguno.
Los niños que correteaban tenían los brazos corridos de polvo y sudor. Jugaban en la tierra y algunos se la comían mientras la mamá sufría el lloriqueo de un pequeño en la espalda. El salvador del pueblo no llega. Han pasado tres horas y a lo lejos aparece un helicóptero. Ya los que niños lloraban por desesperación son callados por sus mamás. Mercedes sabe que no debe traer a sus hijos. No es la primera vez que sucede. El helicóptero se acerca y aterriza en el campo levantando una gran cortina de polvo. Todos los presentes tienen su cucharada de tierra. El motor se apaga y el candidato baja hasta cuando el polvo se ha detenido. Un presentador se sube al escenario. Y motiva para que todos agiten sus banderas y sus logotipos. Mercedes sabe que ya falta poco tiempo para que les den de comer. El candidato camina, casi como un iluminado entre un séquito de guardaespaldas entre las personas. Va con vaquero, botas, anteojos negros y sombrero, para no matar el cuadro con los sombrerudos, habrá pensado.
Se sube al escenario y todos vitorean. Es una algarabía completa. Hombres que levantan sus sombreros, mujeres que bailan, al ritmo de canciones populares alteradas con el nombre del candidato. Un grupo de jóvenes comparte cervezas y agitan sus camisas. Mercedes solo espera entre ese tumulto de personas. El candidato da su mensaje. Mercedes prefiere no escuchar. El sol es sofocante a mediodía. El discurso dura 15 minutos. Se baja presuroso entre la algarabía de sus correligionarios, solo entre ellos. Y el helicóptero se va dejando polvo y nada.
Empiezan a servir almuerzo. Un pan con jamón, Mercedes alcanza. El público se disipa. Ella se va cerca del bus para que no se vaya sin ella. Sabe que le quedan dos horas de camino. Regresa dormida todo el camino al ritmo de los ánimos del conductor. El candidato surca ambiciones en helicóptero, Mercedes surca senderos de sueños hechos de polvo y sudor. El candidato el lunes almorzará en algún restaurante caro de la ciudad capital olvidando a los sombrerudos. Sin saber que Mercedes estuvo allí y que en el mismo país y a la misma hora ella le estará dando de comer a sus gallinas.
Llega a su casa y sus hijos juegan pelota con la cáscara de un coco. Llevan días sin dejarla de patear. Va al chorro, y no sale ni una solo gota de agua. Días después se entera, por don Jaime, que la bomba de agua se quemó, porque el alcalde compró una barata y de segunda mano, para ahorrarse unos centavos.
Ángel Elías
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