La poesía es ese elemento cautivante que nos hace pensar en
lo hermoso que puede ser lo elemental. Quien no se haya conmovido de un poema,
no podrá hacerlo con nada. A. es un poema completo. En su
silencio decía lo necesario, interpretábamos el mundo a una velocidad únicamente calculable en años luz.
Nos conocimos en una reunión, un libro que cometamos entre amigos que se invitan y tratan de arreglar el mundo. El tigre, fue el libro, la casa de FH el refugio. Ella llegó como tratando de refugiarse en las letras, la vi escabullirse entre mis pupilas, y con tímido buenas tardes, logró darle un zarpazo a mi atención.
Aquella biblioteca con sillones cafés, un poco de calor, paredes amarillas y ventanales que dan a la calle dan cierto confort. La conversación sigue, ella saca una libreta y apunta lo que decimos, como una periodista o una escribana. Es confuso tratar de explicar qué me gustó de A. Como tratar de entender porque un niño se queda viendo el cielo por horas.
Ella tiene el libro, había llegado a la reunión anterior, pero no la había visto. Así de frágil es el destino. El amor te sopla el oído lentamente y te susurra casi de manera imperceptible.
El tigre sigue dormido. Ronronea por momentos. Nada puede evitar que vaya hacía ese punto. Intervenciones cortas, un poco de alharaca y luego silencio. Ese tigre es un dormilón. En mi caso, me parece buena la idea del tigre. Dormir mientras se transcurre el tiempo. Hasta ese día. A. llegó y quise estar despierto, más despierto que nunca.
Aquella biblioteca con sillones cafés, un poco de calor, paredes amarillas y ventanales que dan a la calle dan cierto confort. La conversación sigue, ella saca una libreta y apunta lo que decimos, como una periodista o una escribana. Es confuso tratar de explicar qué me gustó de A. Como tratar de entender porque un niño se queda viendo el cielo por horas.
Ella tiene el libro, había llegado a la reunión anterior, pero no la había visto. Así de frágil es el destino. El amor te sopla el oído lentamente y te susurra casi de manera imperceptible.
El tigre sigue dormido. Ronronea por momentos. Nada puede evitar que vaya hacía ese punto. Intervenciones cortas, un poco de alharaca y luego silencio. Ese tigre es un dormilón. En mi caso, me parece buena la idea del tigre. Dormir mientras se transcurre el tiempo. Hasta ese día. A. llegó y quise estar despierto, más despierto que nunca.
Para no perderme detalle del mundo, aunque soy muy
olvidadizo, tengo la cualidad de recordar lo aparentemente trivial. El tiempo
transcurre rápido cuando te entretienes con algo que te gusta.
El momento se acaba. Dejamos de comentar en la reunión que
gira en torno a un libro en aquella biblioteca. Nos tenemos que ir, lentamente
a nuestros orígenes. Nos vamos uno a uno. Hablo con ella. Sé que quiero
hacerlo. Una adivinanza. Pongo a prueba mis conocimientos adivinatorios
aprendidos en meses de ver al Dr House. Parece que funcionan.
Estudias esto, en
aquel lugar, pero estudiaste antes en otro lado. Veo por su expresión que no he fallado. Entonces
allí, en ese momento obtengo, lo que me orilló a quererla. Una sonrisa. Se
ilumina el espacio con un canto sonoro. Y entonces, solo entonces la película
comienza. La invito a regresar.
A. se va, dejando un aroma que atrapa. Hacía donde. Toda la
siguiente semana me pregunté lo mismo. ¿Hacia donde se va el destino cuando te
deja? ¿Acaso hay un lugar donde se esconde?
Yo regresé a casa. Entusiasmado por retenerla en mi retina.
Me robé su dirección de correo electrónico de la hoja de sus datos. Un hurto
descarado y apremiante. Su nombre no podría olvidarlo, no deseaba hacerlo,
total, había algo que me cautivó. A… creo que todo lo maravilloso se escribe
con A.
Continúa
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