Foto: Prensa Libre
Guatemala sufre un desangramiento constante. Un gobierno,
inoportuno e imcompetente. Este día murieron más personas en este lugar. Sin razón,
ni fundamento les fueron arrebatadas las vidas cuando laboraban en el
transporte colectivo. No serán los últimos. Parece que este indolente gobierno,
no le importa qué le sucede a los ciudadanos. A los que con su voto depositaron
confianza y certeza en su lema de carácter y decisión.
Queda muy lejos de su ofrecimiento de campaña. No hay
certeza ni de la vida misma. Las garantías constitucionales son violentadas
constantemente. ¿Qué hace la clase media de este país para que las cosas
cambien? Nada. Porque también son indolentes al dolor ajeno. Las personas están
muriendo en la calle, los niños mueren de desnutrición en el área rural,
mujeres ixiles ponen la cara en este país para acusar a un general que se
aburre al escuchar las declaraciones de muerte y dolor que dejó su gobierno.
Es que somos un país que no le importa el dolor ajeno. Somos
tan egoístas que vemos las noticias como algo cotidiano, pero no nos damos
cuenta que este país se va al despeñadero de una manera inmoral.
¿Qué hay de nosotros, cuándo reaccionaremos? ¿Esperaremos a
sentirnos ofendidos cuando uno de nuestros parientes sea el que esté tendido en
esta calle de muerte? La indolencia del guatemalteco cae en una injusta
indiferencia. Mientras ahora todos critican el tráfico por un ataque a algún autobús
que no deja llegar a tiempo a una cita de trabajo, una familia se desangra al
ver a su pariente tendido en alguna calzada con una manta blanca sobre su
cuerpo.
¿En qué nos estamos convirtiendo?
Ángel Elías
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