Ese té que preparas sabe delicioso. Un poco por aquella vez
que fuimos por esa tetera a una venta de curiosidades y artes extraños, en
aquella calzada. Ambos nos perdimos en los pasillos y me decías que te veía de
manera extraña. No es difícil verte enamorado. Ambos recorrimos esa tarde los
pasillos del lugar, extrañados por no
conocernos mucho aún. Todavía me pregunto qué te ataba a mí. En el mundo
poblado de millones de personas, esa tarde querías estar conmigo. Y yo contigo,
hasta el fin de los tiempos.
Compraste los regalos de navidad para tu familia, una tetera,
unos adornos, otra tetera, nada más extraño que regresar a mundos que nos
devuelven las ilusiones. Las ilusiones nacen al final del año. Las personas
siempre nos ven extraño, como esa pareja tan dispareja que no puede ser
pareja. Ya me acostumbré.
Solo veo cuando sonríes por un comentario mío o te asombras
por aquello que no confieso. Aquella tardes fueron doradas y muy nutridas, como
ese río que suena armoniosamente y se desliza entre los bosques. Eso somos
nosotros, ese río que desaparece en la enormidad. Me gusta cómo tomas todo tan
a la ligera, con tu cantar casi inocente, pero con una certeza que abruma.
Aquella tarde nos volamos hablando en círculos, construyendo
en espacios cerrados, abriendo la posibilidad a lo imposible, nos divertía
estar estancados en los sueños. Como aquellos niños que juegan a ser marineros
en tierra firme.
Tenías la capacidad de escarbar en donde nadie podía ni
quería, entonces retozabas con mis recuerdos, a veces te los quedabas, otras
simplemente los encerrabas otra vez y los dejabas casi como los encontraste. ¿Qué
te gustaba de mis recuerdos? De los tuyos sé poco, no por falta de interés,
sino porque no hay remedio más grande para tu tristeza que ocultármelos.
Aquella tarde, antes de las fechas navideñas encontramos tus
regalos para tus hermanas, para tu madre, para tus sueños, buscamos entre los
anaqueles olvidados, entre las rendijas de polvo, entre las causas perdidas,
pero encontraste lo que querías, una tetera que no sabía que rea tetera. Aun ahora le digo tetera y no sé siquiera si
lo era.
Tu amor me cautiva y el mío te encierra. Ese es nuestro gran
dilema. Parece que no es tan fácil como buscar objetos extraños en tiendas
raras, es más complejo que eso, es tener la capacidad de acariciarnos sin
tocarnos, de estar juntos sin estarlo y aceptarlo así, sin quererlo. Ese es el
caos de nuestros desencuentros. Pero también es el momento ínfimo, de
felicidad total, de invitarme a buscar regalos, que alguna vez quisiera los
buscáramos para nosotros.
Ángel Elías
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