Tomado de Prensa Libre
En 1982 ganó el Premio Nobel de Literatura. En este entonces, al respecto, el escritor mexicano Juan Rulfo dijo: “Por primera vez, después de muchos años, se ha dado un premio de literatura justo”.
Las mariposas amarillas, la cumbia y el vallenato con sabor colombiano siempre acompañaron las letras de Gabriel García Márquez, quien en su oportunidad confesó que el periodismo era el mejor oficio del mundo.
Por Ángel Elías
El escritor colombiano Gabriel García Márquez falleció el 17 de abril del 2014 en la ciudad de México, y este año el mundo prepara varios homenajes para recordar la figura del creador de Cien años de soledad.
García Márquez nació en 1927 en la región de Aracataca, departamento de Magdalena, en Colombia, un poblado humilde de producción agrícola y ganadera. Sus primeros años se influenciaron por las historias de sus abuelos, el coronel Nicolás Márquez y Doña Tranquilina Iguarán, que le dibujaban regiones inhóspitas con habitantes peculiares, llenos de relatos fantásticos. “Si alguna vez escribiera esto, nadie me lo creería”, diría años después en su obra La mala hora (1962).
García Márquez, uno de los principales precursores del realismo mágico, tenía claro que la imágenes de su infancia eran tan extraordinarias que apenas cabrían en las más lúdicas historias, entonces en 1967 de su pluma nació Cien años de soledad, en el que “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
A la edad de 5 años se enamoró de su maestra Elena Fergusson. “Cada vez que me acercaba me daban ganas de besarla; me inculcó el gusto de ir a la escuela, solo por verla”, dijo el escritor en alguna ocasión.
En 1947, durante su juventud, tuvo que viajar a la ciudad de Bogotá para estudiar leyes —profesión de la que nunca se graduó—, un poco más obligado por su padres que por interés. Se encontró con un sitio diferente a todo lo que él conocía. “Una ciudad gris, fría, donde todo el mundo se vestía con ropa muy abrigada y negra”, decía.
A lo mejor, eso llevó a que García Márquez fuera profundamente cálido en sus relatos, a dibujar con añoranza, su viaje en un barco de vapor por el majestuoso y bravo río Magdalena, en Hojarasca, o los relatos de Cien años de soledad, en el que se deshila las siete generaciones de los Buendía en un lugar tan increíble, alucinante, musical y colorido al que llamó Macondo.
Carrera literaria
En febrero de 1954 Gabo se integró en la redacción del periódico El Espectador, donde se convirtió en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y luego en brillante cronista y reportero. Su trabajo que lo consagró en estos oficios fue El relato de un náufrago, en 1955. A partir de allí su vida parecía no parar en ninguna ciudad; fue un viajero por excelencia. Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia, Hungría, Checoslovaquia y la Unión Soviética.
García Márquez nació en 1927 en la región de Aracataca, departamento de Magdalena, en Colombia, un poblado humilde de producción agrícola y ganadera. Sus primeros años se influenciaron por las historias de sus abuelos, el coronel Nicolás Márquez y Doña Tranquilina Iguarán, que le dibujaban regiones inhóspitas con habitantes peculiares, llenos de relatos fantásticos. “Si alguna vez escribiera esto, nadie me lo creería”, diría años después en su obra La mala hora (1962).
García Márquez, uno de los principales precursores del realismo mágico, tenía claro que la imágenes de su infancia eran tan extraordinarias que apenas cabrían en las más lúdicas historias, entonces en 1967 de su pluma nació Cien años de soledad, en el que “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
A la edad de 5 años se enamoró de su maestra Elena Fergusson. “Cada vez que me acercaba me daban ganas de besarla; me inculcó el gusto de ir a la escuela, solo por verla”, dijo el escritor en alguna ocasión.
En 1947, durante su juventud, tuvo que viajar a la ciudad de Bogotá para estudiar leyes —profesión de la que nunca se graduó—, un poco más obligado por su padres que por interés. Se encontró con un sitio diferente a todo lo que él conocía. “Una ciudad gris, fría, donde todo el mundo se vestía con ropa muy abrigada y negra”, decía.
A lo mejor, eso llevó a que García Márquez fuera profundamente cálido en sus relatos, a dibujar con añoranza, su viaje en un barco de vapor por el majestuoso y bravo río Magdalena, en Hojarasca, o los relatos de Cien años de soledad, en el que se deshila las siete generaciones de los Buendía en un lugar tan increíble, alucinante, musical y colorido al que llamó Macondo.
Carrera literaria
En febrero de 1954 Gabo se integró en la redacción del periódico El Espectador, donde se convirtió en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y luego en brillante cronista y reportero. Su trabajo que lo consagró en estos oficios fue El relato de un náufrago, en 1955. A partir de allí su vida parecía no parar en ninguna ciudad; fue un viajero por excelencia. Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia, Hungría, Checoslovaquia y la Unión Soviética.
En 1982 ganó el Premio Nobel de Literatura. En este entonces, al respecto, el escritor mexicano Juan Rulfo dijo: “Por primera vez, después de muchos años, se ha dado un premio de literatura justo”.
Las mariposas amarillas, la cumbia y el vallenato con sabor colombiano siempre acompañaron las letras de Gabriel García Márquez, quien en su oportunidad confesó que el periodismo era el mejor oficio del mundo.
Por Ángel Elías
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