“Si tuviéramos que envolvernos en polvo de estrellas te aseguro que nada malo nos pasaría porque las estrellas brillan en la oscuridad más absoluta y tú querida mía, iluminas cada resquicio de mi existencia”, claro eso le escribí en aquella carta que no tuve el valor de entregarle por timidez. Ahora, a los años, te veo como quien ve a una enamorada por primera vez y recuerdo el sentido exacto de cada una de las palabras escritas, en aquella carta que luego de algunos años te entregaré.