No es silencio, es resignación o por lo menos eso pareciera, según
lo acontecido en el Congreso de la República en los últimos días. Las fuerzas
tradicionales y del poder de la corrupción presentaron una única planilla para
dirigir al Congreso en un año clave para la justicia en Guatemala. Este año se
sabrá quien estará al frente del Ministerio Público y sus investigaciones. Sin
embargo, pareciera que no fue suficiente para la oposición y no presentó planilla
para junta directiva. Ellos argumentan que no se lograron consensos. El consenso
debió ser la lucha contra la corrupción.
Hay algo que falla en las fuerzas políticas que tienen que
hacer el contrapeso en el Congreso, su silencio o apatía parece incriminatorio.
Pero eso es sencillo de explicar, muchas veces la oposición, independientemente
de la posición ideológica, se basa en la falta de propuestas para fortalecer sus
posturas, cuando las tienen. Entonces sucede esto, surge una falta de una verdadera
oposición con la que la población se sienta identificada. La gente cree que los
diputados son unos mafiosos, no ven ideologías, solo ven que en su totalidad
son corruptos, todos al mismo plato.
Y estas actitudes no ayudan a mejorar la imagen. Muchos sintieron
cómo dejaron a la deriva y entregaron la Junta Directiva del Congreso a una mafia.
Se puede argumentar casi cualquier cosa, pero lo que realmente decepciona es
que justamente fueron electos para eso, para hacer oposición y no para
resignarse.
Este año no parece alentador, primero porque la lucha contra
la corrupción pude verse afectada por un Congreso interesado en que no se investigue
y por otro lado el cambio de dirección por parte de la administración de Donald
Trump, que probablemente afectará el financiamiento y apoyo a la lucha contra
las mafias en el país.
Guatemala tiene una oposición fragmentada que solo reacciona
al contragolpe, se le imposibilita ver lo que sucederá, lo que fragua el oficialismo
y esa es una desventaja porque todas sus contrapropuestas son vagas, espurias y
sin una base, más allá del ritmo que va marcando la derecha. Eso los tiene siempre
en retraso.
Ciertamente, la oposición en el Congreso padece del mal de
la izquierda de la década de 1980, depende de la debilidad del otro y no de su
propia fortaleza. No tiene el plan de ataque frontal y certero para derribar el
status quo, dependen de que en algún momento la derecha retroceda y les ceda
espacios, no se atreve a reclamarlos. Es una actitud cómoda y de apariencia,
porque cuando se necesita de esa oposición, desaparece. Cuando hay puntos clave
que evidenciarían su lucha frontal contra la corrupción, dicen que no tiene propuesta.
¿Qué tipo de oposición es esa?
¿Qué queda de ahora en adelante? Dejar de teorizar y comenzar
a actuar. Por un lado, establecer realmente una agenda legislativa con una propuesta
seria sobre los intereses de la oposición, que imagino, está relacionada con el
bien común. La oposición debe enfocar sus esfuerzos en la elección de Fiscal
General y comprender que esa elección es clave para los intereses nacionales.
La oposición debe ser una férrea fiscalizadora no solo de la contraparte sino
de ellos mismos, para que este frente no se vea involucrado en casos que los
comprometan. Esto suele suceder cuando tiene comisiones particulares que les significa
un ingreso extra a su salario.
Empujar la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos
y marcar el ritmo de aquella agenda. Y por favor, no dejarse manipular con las
comisiones del Congreso, que por esa cuota de poder unos diputados de izquierda
votaron por Óscar Chinchilla en la planilla del 2016, que al final terminó
siendo un presidente inexperto y tibio.
Y la parte más importante, es dejar ese juego de egos y
heroísmos que ha dejado mal parada a la oposición, una de las más flojas que
recuerdo de estos últimos años.
Claro, la llegada de Álvaro Arzú Escobar a la presidencia
del Congreso es simplemente decepcionante, está para recordarnos que seguimos
siendo una encomienda y que pensamos de la manera más colonialista que pueda
existir. Y recaigo a las preguntas: ¿Cómo lo permitió la oposición? ¿Cómo lo
permitimos nosotros?
Ángel Elías
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