Las noches febriles, sonámbulas, siempre sacan la mejor literatura. A las tres de la mañana, tus dedos solo se conectan a lo que no comprenden y lo describen lentamente. Como aquel retrato que sólo aparece en los sueños siendo suave, y muy bien delineado.
Las madrugadas son las mejores para escribir. Cuando el silencio te acompaña y todos en la ciudad duermen. Una vigilia placentera y de mucho provecho poético.
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Tú sabes perfectamente que en tus manos deposito mi esperanza. Y te gusta retozar con ella. En un juego donde no tengo la posibilidad de entrar a la partida. Luego callas, al siguiente ríes, en seguida te angustias y por último te aburres. A estas alturas del partido no sé a qué jugar, ni cómo recuperar la esperanza que llevas alrededor del cuello. De ese juego no escapo íntegro, y sé tú, lo disfrutas.
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La verdad, he escrito poco sobre ella después de que partió sin decirme a dónde iba. Tal vez ella temía que la persiguiera por todo el planeta. Creo que no necesita de mi amor neurótico y acosador. Aunque la verdad no tengo el dinero para perseguirla, por más que quisiera. A la larga ella se fugó de mi vida con dignidad. Dijo lo que tenía que decir y calló lo que tenía que callar.
Una noche antes de que partiera me dijo que volvería. Y yo le creí. Y juré esperar el tiempo necesario para volverla a ver.
Ciertamente pequé de inocencia. Cuando recuerdo el momento en el que le juraba quedarme, ella solo escuchaba y asentía con la cabeza. –Volveré –me dijo. –De eso puedes estar seguro –aunque nunca me dijo cuándo, ni siquiera si me avisaría.
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Qué más inspiración que la que te da un día donde todo te va mal. Esos días cuando ni siquiera el cierre del pantalón parece obedecer, son los mejores para sentirse un miserable. Para luego pelear un largo rato frente a la hoja en blanco cuando ninguna maldita letra desea salir a consolarnos.
A un lado de nosotros, necesitamos un whisky que no podemos comprar, una cajetilla de cigarros que nos hace estornudar, la mano de una mujer que no existe. A todo ello, en esos días, cuando hasta el aliento sabe mal, puede dejarnos un poco de literatura, tal vez no decente, pero quién dijo que en situación contraria lo hacíamos mejor.
Ángel Elías
Comentarios
Esperar algo que no sucederá... es un tanto inutil.
Creer en ella otra vez, jajaja cualquiera lo haría si compartiera mi historia.
Ingenuamente?
que nos queda...
Gracias amigo por la reflexion