Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de 2013

Blues de nochebuena

No lo vi justo, se me partió el alma verte llorar esa tarde en la sala de la casa, cuando nos dijimos adiós, como esas personas que inevitablemente se separan. ¿Qué más podemos decir ante la adversidad? ¿Qué nos queda de futuro? ¿Qué buscamos entre los escombros? Yo lloré, después, dentro del auto, mientras manejaba de regreso entre la cortina de humo de nochebuena, mientras todos los pequeños quemaban cohetillos por las calles que me parecían eternas. El bulevar que separaba tus sueños de los míos era un lugar para acelerar nuestras penas, para alejarnos uno de otro. Esa nochebuena ambos lloramos por momentos separados, a lo mejor antes de las campanadas de navidad o después, a lo mejor en el desayuno o en la cena de pavo, pero lloramos como cuando no encontramos respuestas a nuestros males,   a nuestros cánceres formados de miedos e incertidumbres. Ambos nos separamos en nochebuena, como presagio a lo que se venía; noches con menos de nosotros. Allí partí la

Blues de miércoles

Me estallan esas sonrisas en la calidad de miércoles, como ese consuelo   que recuerda la semana laboral ya va por la mitad. Entonces el teclado de las oficinas, el papeleo de los burócratas, el cáncer de los semáforos que se pintan de rojo en los momentos menos esperados, hacen de esta ciudad algo insoportable.  Ya nada tiene sentido, en ese murmullo sordo de los ocasos ocres, que siempre son ocre, que siempre son ocasos y que siempre suceden al final del día. No hay tedio más infame que aquel que te sucede a cada rato. Entonces este miércoles se viste extrañamente de desconsuelo, desde la mañana hasta el atardecer. Con pocas esperanzas de volverse un carnaval en viernes o una siesta de domingo. Es simplemente miércoles, que se escabulle en la parte más delgada e ilusoria de la semana. Siempre pensé que las semanas empezaban cuando uno quería; eso sucedía cuando era niño, cuando se olvidaba en qué día se encontraba, entonces las fechas eran solo importantes cuando se

Blues de lunes

Amanece y el frío de noviembre se cuela por las ventanas, desde el patio, por la ventana, hacia tu cabello que despierta en mi almohada. Apenas el alba ilumina la habitación donde estamos. El vapor de la taza de café que bebo se diluye en el cielo de aquel cuarto que a oscuras nos cuidó los sueños. Tu cabello luce como una especie de rompecabezas, corto, ondulado y rebelde, como nuestros sueños. Cada lunes es lo mismo, un extraño divorcio entre lo que somos y lo que planeamos el fin de semana. Unas horas antes somos todo, capaces de cambiar el mundo, de romper con las causas de nuestra derrota, de llegar a acostumbrarnos a nuestras contradicciones, y hacemos planes y construimos casas a nuestros nombres. Pero al anochecer, después de nuestro último beso, nos invade la soledad de nuestros actos. Y toda la noche se coagula un sentimiento de impotencia, por pagar cuentas, por inventar excusas, un miedo al otro que es casi inexplicable. Al amanecer iniciamos nuestra gu

Blues de viernes

Estamos tan alejados como al principio, con la distancia de la noche entre nosotros, tú con tu vestido muy negro en alguna ciudad de luces. Yo solo esperando que termine la semana y amanecer en un sábado de limpieza en la casa, pero somos tan contradictoriamente afines que nos damos miedo. Entonces yo, del otro lado de la ciudad, tú del otro lado de mi mesa, esperando a que comience la danza de palabras, junto a una cena liviana y un té de manzanilla. Todo pasa y poco queda, ambos lo sabemos, por eso quedamos en un pacto silencioso donde los dos guardamos distancia. Entonces adoptamos un gato, cada uno por un lado distinto, que nos acompaña a su manera y por las noches ambos se juntan en algún tejado entre nuestras dos soledades para contarse los sueños de sus dueños. Este blues de viernes ni siquiera es bailable porque no tenemos los pasos puestos, ni los laberintos de tu cabello jugando en el viento. Entonces la música suena, pero las notas no bailan, como músi

Blues de domingo

Entonces para ambos cayó lentamente la lluvia. Tu cabello estaba mojado, con perlas derramándose entre nuestras ropas. Las calles lucen vacías, todos se refugian mientras llueve, a diferencia de nosotros. Los recuerdos se construyen de retazos de tiempo. ¿Qué tiempo nos pertenece? El presente es esa señora que nos prepara los panes para la refacción. El pasado, un capataz con un látigo entre las manos. El futuro, esa abuelita dulce que espera lo mejor de nosotros. ¿Dónde estamos? Vivimos en el momento de saltar charcos bajo la lluvia intermitente, mojándonos los zapatos, humedeciendo nuestros labios. Una lactosa niebla aterriza en aquella ciudad que recorremos de las manos. Y la lluvia no cesa. Nuestras palmas   son las únicas que tenemos secas. Aquella ciudad sigue enmudecida, pero no callada. Se escucha el tambor de las gotas en las casas de adobe. Y a lo lejos el latir de tu corazón que a veces parece latir un poco más fuerte que el mío. ¿Tomamos un café o