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Mostrando las entradas de octubre, 2010

Gusaneras

Realmente Guatemala tiene un serio problema mental. Pareciera que la mente es una gusanera que se desborda a cada momento. Cultivamos la cultura de la muerte. Con un amigo terapeuta platicábamos el otro día, me decía que sus pacientes habían disminuido drásticamente. Tal vez, le dije, ya la gente en Guatemala está mentalmente sana. En publicaciones de prensa de días posteriores, da cuenta que el 25% de la población tiene problemas en la mollera. Temo decir que creo que hay más gente perturbada de la que imaginamos. ¿Qué tipo de gente aprueba la muerte como solución a la violencia imperante en el país? ¿Qué perturbación mental tienen las personas en esta Guatemala como para creer que matar reos, mareros, y cuanto hijo de vecina se asome arreglará la situación en Guatemala? Hay que estar realmente desesperado para creer que estas cosas acabarán con la violencia en este país. Y es que, aceptando, que este gobiern

Una Guatemala para amar

Foto: Guate360 Lo que he aprendido a través de estos años en Guatemala es que lo que en su mayoría se ve, es completamente lo contrario a lo que realmente sucede. Este comentario viene a propósito. Una de las noticias relevantes de esta semana fue la salida del Dionisio Gutiérrez de su programa Libre Encuentro; después de 20 años  transmitir constantemente, esto según él por recibir amenazas. No soy quién para juzgar si en realidad ha recibido amenazas. O si está escapando, mucho menos por qué puede estar haciéndolo. Pero en este país de desigualdades, parece que hasta allí se demuestra ese desequilibrio social. Este magnate recibe amenazas, y sale del país a pesar de los guardaespaldas que siempre lo acompañan. Este es un indicador interesante. ¿Qué hace la familia que es amenazada por pandilleros en su colonia? ¿Salir del país? ¿La prensa hace caso de la muerte de jóvenes en áreas marginales? La seguridad se paga en este país y por supuesto los pri

Día 10 mil

Cuando nos ponemos a reparar sobre lo que hacemos o dejamos de hacer en la vida, realmente no somos la gran cosa. Porque pasan los días y vamos, trabajando, queriendo, durmiendo y tantas cosas que quisiéramos hacer de niños. Pero los sueños no siempre se cumplen de todo. Hace unos días cumplí mi día 10 mil en este mundo, e hice un recuento de lo que he hecho, y he visto que he acumulado tantas tristezas como alegrías. ¿Cada cuanto cumplimos 10 mil años? Cada bastante tiempo, como para no rememorarlo. Es que tenemos una obsesión por contar el tiempo y hacer cuentas. ¿Qué tenemos? ¿Qué hemos dejado? ¿Qué queremos? Luego nos damos cuenta que el tiempo sigue… sin siquiera preguntar qué deja en el camino. Son millones de años en ese cronometro del universo, nosotros solo un suspiro casi imperceptible. Luego, ese emotivo suspiro depende de nosotros, puede que sea dulce o inadvertido. La cuenta puede ser noble o culpable. ¿Cuántos corazones rotos hemos dejad

And stars fell

We lived our little drama We kissed in a field of white And stars fell on Alabama Last night Stars fell on Alabama Las personas estamos hechos de recuerdos. De retazos de tiempo que no deseamos soltar. Por eso somos la consecuencia del tiempo. Y recordamos constantemente. Algunas cosas buenas otra que no lo son tanto. Recordamos los amores perdidos, la billetera, algunas palabras de nuestros padres y otras cosas que solo a nosotros nos sirven. Todos dentro de nuestras cosas tenemos algo de gran valor simbólico que al momento de regresar a él, sonreímos un momento. Un amigo hace algunos días recordaba amores perdidos. Lugar común, en los consultorios y grupos de apoyo, dice él. Y me ganó la nostalgia. Siempre he creído que lo único que nos queda a lo largo del tiempo, es aquello que no hacemos, o que desesperadamente hacemos, para rescatar lo que creemos nuestro. A lo largo de los años pareciera que es lo único que nos deja un poco cuerdos. Aquel sen