Entonces para ambos cayó lentamente la lluvia. Tu cabello
estaba mojado, con perlas derramándose entre nuestras ropas. Las calles lucen
vacías, todos se refugian mientras llueve, a diferencia de nosotros.
Los recuerdos se construyen de retazos de tiempo. ¿Qué
tiempo nos pertenece? El presente es esa señora que nos prepara los panes para
la refacción. El pasado, un capataz con un látigo entre las manos. El futuro,
esa abuelita dulce que espera lo mejor de nosotros.
¿Dónde estamos? Vivimos en el momento de saltar charcos bajo
la lluvia intermitente, mojándonos los zapatos, humedeciendo nuestros labios.
Una lactosa niebla aterriza en aquella ciudad que recorremos de las manos. Y la
lluvia no cesa. Nuestras palmas son las
únicas que tenemos secas.
Aquella ciudad sigue enmudecida, pero no callada. Se escucha
el tambor de las gotas en las casas de adobe. Y a lo lejos el latir de tu
corazón que a veces parece latir un poco más fuerte que el mío. ¿Tomamos un
café o un malteada de estrellas y azúcar?
Nosotros, desaparecemos en la niebla que deja la lluvia y un
poco el frío que entibia nuestros corazones. Sabes, un beso no quedaría mal
para este blues.
Ángel Elías
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Un abrazo, Pedro.