Nunca me gustó desfilar el 15 de septiembre. Me parecía tan
arcaico y tan poco patriota. De pequeño nunca logré relacionar el valor
nacional con un desfile, en la actualidad tampoco. Pero mi espíritu irreverente
estuvo presente desde pequeño. No marché (porque sí me obligaron a ir al
desfile), solo iba caminando hasta que los maestro me regañaba, eran otros
tiempos, tiempos previos a la firma de la paz.
La asociación de la nacionalidad estuvo siempre ligada a las
marchas militares y al desfile, al saludo uno y el choque de tacones, no estuvo
relacionada a la historia o a la identidad. Y ese es un problema porque se ve a
la nación como un ente ajeno, castigador y corrupto. No se asocia a una forma
de maternidad que debería tener la patria.
Con los años aprendí que la identidad, mi identidad estaba ligada más allá del himno nacional o
el ondear del azul y blanco. Estaba ligado a mis orígenes, a mis retornos, a
mis amigos, a mi familia. La patria no es un conjunto de normas o reglas que le
pertenecen a un territorio. La patria es lo que nos une a un lugar, ya sea
Guatemala o China. Acá tenemos a los pares, tenemos lo que nos une a un pasado.
Este no es el mejor país del mundo, es el lugar en el que dejamos enterrados
nuestros recuerdos y ya dependerá de ellos llevarse el título de mejor.
Ángel Elías
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