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Guatemala, el barco que se hunde


Guatemala sigue siendo ese país pequeñito que tiene grandes injusticias. Desde hace varios años nos hemos quejado del analfabetismo en la república. Pero lo realmente espeluznante es la falta de discernimiento de la población aparentemente letrada.

Hasta hace unos días había llevado un curso de postgrado en una universidad privada. Entendí entonces que la educación esta por los suelos. El tipo que nos ha dado clases, cree que la pobreza es elección propia de la población y quienes viven en los barrios populares de Guatemala son delincuentes, drogadictos o narcotraficantes.

Si este tipo de educación se recibe en las altas esferas de adiestramiento, porque lo que nos da ni siquiera puede catalogarse como educación, ¿qué se puede esperar de las poblaciones aisladas  en una aldea de este país? ¿Qué tipo de educación de calidad pueden recibir?

Entre sus argumentos, sostiene que el atraso de este país se debe a la diversidad cultural. Este argumento se sustenta en el pensamiento de que la diversidad cultural en Guatemala solo nos separa como país. Muchos argumentan que debemos ser una sola Guatemala, sin pueblos, ni etnias, ni idiomas. Sino solo ser un país igual. Ese pensamiento colonialista priva a Guatemala del desarrollo  a través de su cultura, no como objeto turístico si no como un ente pujante multicultural. Es aceptar al otro dentro de su cosmovisión.

La educación refleja lo que somos como guatemalteco, seres atrasados, con ínfulas criollas, criados con un acérrimo racismo y chapeados a la antigua. Somos habitantes del siglo XVI con Iphone.

En algunos años no podremos esperar cambios sustanciales dentro de la sociedad, porque aprendimos a solucionar los problemas  con violencia. Y leemos un libro al año. Queremos resultados diferentes, imposible.

La educación guatemalteca es uno de los grandes problemas en este país chiquito. Las injusticias, las brechas sociales ajustadas con prejuicios, llena de agua el barco que llevamos. Y nos hunde a una velocidad a la que no podremos escapar. 

Ángel Elías

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