Perder el miedo, todos padecemos en determinadas
circunstancias de temor, por el cambio por las cosas que se suceden. Es muy
normal. Pero ¿Qué es el miedo? ¿Esa sensación que se cuela en las entrañas y
nos enfría las venas? El temor a lo que desconocemos o no queremos conocer.
Guatemala es una sociedad muy temerosa, teme darse cuenta de
la verdad, o por lo menos de intuirla, por eso vive en una extraña burbuja
donde un auto, la cuenta del súper o el celular con alta tecnología, es el día a
día. Porque teme enfrentarse a la nada. En nuestras sociedades, se teme a la
soledad, al vacío, al silencio. Ello provoca, como ejemplo, que la publicidad sea bulliciosa,
estridente y saturada. Somos la sociedad del exceso.
De niños no teníamos más que la imaginación para llenarnos
de vida, pero poco a poco la fuimos perdiendo y con ella la vida. Estamos sumergidos
en la vorágine del tiempo, sus ocupaciones y sus fracasos. ¿Hay tiempo para tomarle
la mano a la persona amada?
El tiempo y su apabullante paso solo aplasta lo que nos
queda de humanidad en un remolino de banalidades aparentemente importante. Todo
lo damos por sentado, por creer que lo tendremos siempre, pero no, nada es para
siempre.
Entonces no dimensionamos cuánta falta hacen las personas
hasta que están ausentes, entonces tememos a la soledad y le huimos, como si fuéramos
vampiros en la noche. La luz de la
verdad asoma con sus fauces y nos devora lentamente.
Guatemala tiene miedo, nosotros tenemos miedo, a que nuestra
realidad sea un fiasco, que nuestra economía no funcione, que nuestra justicia
sea un circo. Entonces, preferimos escondernos, ocultar la vista de lo que
sucede.
En el mundo tememos a las cosas importantes: a enamorarnos,
a tomarnos de la mano, a viajar juntos, a pensar en el otro. Porque somos sociedades
egoístas y ampliamente marchitas. La noche cae y nuestros temores salen y nos
hacen escondernos, solo queda encender la luz y darnos cuenta que esos miedos,
muchas veces son infundados.
Ángel Elías.
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