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Textos Zip XXXV



Foto: fotolog.com

En la calle solo hay algunas personas caminando por las aceras y otras fugazmente se atraviesan por las esquinas. Como escondiéndose de la vida. El semáforo de rojo se pasa al verde, como un extraño juego en donde nadie quiere jugar con él. Todo en domingo es raro, como sacado de una película que corre despacio. La tarde se diluye lentamente por los ventanales del trabajo, como absorbido por el negro de la noche que amenaza con venir. Entonces en el reflejo de la ventana pasa uno que otro auto. Bocina con prudencia en la esquina, para no atrapar algún distraído. Las cosas que uno ve desde la ventana de este segundo nivel, dos adolescentes agarrados de la mano sonriendo y compartiendo un  helado, un parroquiano protegiéndose del viento, y tomando valor para cruzar la calle, ¿a qué le temerá si no hay autos?  ¿Los ladrones? Ellos están en algún lugar del mundo, menos en esta calle, en esta instante. Puede que sea el lugar más seguro del planeta.


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¿Acaso supimos cuándo volveríamos a ser los mismos? Parece que nunca, parece que no podemos por un momento prolongado amarnos, ni sentir tu cabellera en mi pecho, otra vez. Solo tus reproches silenciosos y las irremediables ganas de hacerte la dormida en la vida. Entonces, ¿Somos los mismos que nos robamos besos en la noche?, no lo creo, porque estamos condenamos a la vida eterna del desengaño y las hipótesis. Entonces aquella canción que bailamos en el parque es solo una melodía que nunca supimos el nombre, que no sabíamos cómo se bailaba. Algo nos pasó, algo no suena bien en este blues.


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Unas líneas son suficientes para destilar. Unas letras para sangrar un poco.


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Aquella noche gritó su nombre en las playas de una ciudad caribeña. Y el mar respondía con un murmullo inentendible, como sabiendo lo ridículo que se veía.


Ángel Elías

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