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Cincuenta años que no saben a soledad

Encontrarse con el universo de Gabriel García Márquez es uno de los fenómenos más particulares que puede ofrecer la literatura universal. Sus letras transportan al lector a ese mítico Macondo donde todo y nada sucede al mismo tiempo. Donde las horas se detiene, transcurren y regresan al antojo de sus habitantes.

Los Buendía, todos los parientes, tejen el entramado más poético de la literatura Latinoamericana desde su curiosidad por el hielo hasta el famoso vuelo de las mariposas amarillas. Cien años de soledad huele a ballenato, a Caribe, a mar, a Latinoamérica, con todos sus problemas e ingenuidades.

A 50 años de Cien años de soledad parece que esa soledad no existe porque con la lectura nos acompañamos todos los latinos, porque nos identificamos con sus colores, sus ritmos y sus reflexiones. Lo maravilloso de este texto es que al final somos nosotros los que estamos reunidos en esos relatos que hasta parecen fantásticos, tan llenos de amor, tan llenos de dulzura, pero también de realidad.

El realismo mágico, como se le llamó a esa corriente durante la década de 1970, no es más que la realidad latinoamericana influida por los pueblos americanos y el mestizaje. Sus personajes son tan nosotros, que parece que habitan en las selvas, en las ciudades y en los pueblos de América.

Cien años de soledad es todo lo que nos habita, es todo lo que vivimos en nuestro continente y García Márquez vive en las letras de sus libros, cuando inmortalizó el amor a las letras de este lado del mundo. 

Ángel Elías

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