Entonces aquellos amantes se vieron a los ojos donde únicamente
encontraron sus almas desnudas. Lugar común para muchos poetas, pero sincero en
ese momento para ellos. Llegaban de una noche donde se recorrieron con los
labios. Sin caminos para el amor, se tomaron toda la velada para explorarse.
Entonces, aquella mañana desayunaron besos en los labios del
otro. El aroma de ella, sabía a café mañanero y sus palabras anunciaban las
noticas, las únicas que él deseaba escuchar. Anunciaban un día lleno de amor.
Ambos habían huido de los prejuicios, de los abismos del
temor, entonces en aquel lejano lugar, por fin sintieron que las cosas
funcionarían. Sin cuentas por pagar, sin jefes que arguyen órdenes, ni mundo
que les dijera qué hacer.
Se sintieron por fin felices para regocijarse.
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-Sabes una cosa –le dijo ella esa noche. -¿Te parece si
compartimos la luna?-.
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Los recuerdos están hechos de retazos de aquello que
deseamos y que no cumplimos. Los estiramos o los cortamos a la medida de
nuestras necesidades o nuestros miedos. Escapan por todos lados, se nos
derraman por los lados de la memoria. Nos desborda.
Recuerdo perfectamente la marca de tus besos en mi piel. Ni más
pequeños, ni más grandes, son acordes a lo que quiero de ti.
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Dos tenemos ese miedo de echar a perder la vida, con una
decisión estúpida. Pero, eso no debe asustarnos, al final de cuentas, vivir
esta vida, ya de por sí algo estúpido.
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Ambos nos hemos visto el alma en tres cuatro días seguidos,
con sus respectivas noches. ¿Hay algo más esperanzador que ir al fin del mundo y
regresar con una flor que ahora vive en nuestro jardín?
Ángel Elías
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