Aquella noche ella estaba sola en su casa, no había más allá que el viento que golpeaba su ventana. Acaba de salir de la ducha cuando su alma llegó. En un intercambio de miradas se sonrieron como cada noche. -Buenas noches -, era el ritual que cada día antes de cenar. Ella pasaba todo el día esperando ese momento de la noche, en la que su alma le contaba lo que había hecho en el día. Cuentas, chismes de barrio y algunos chistes llenaban la casa, además de las cómplices sonrisas de ambos. Ellos se conocieron en un retiro espiritual, a las orillas del lago. Ella siempre lo había tenido prisionero. Fueron 30 años en los que ni un saludo se habían intercambiado, a pesar de los esfuerzos de su alma por entablar una conversación. El chamán le dijo que su alma tenía algo que decirle y el fuego solo dijo: libertad. A partir de ese día, el alma de ella sale a trabajar, cobrar cuentas y beber una cerveza en un bar cercano y regresa antes de las 9 de la noche para contarle lo sucedido. Para ...