La noche transcurre entre teclazos de una sala de redacción
de un periódico en una noche de domingo. Luego el silencio se apodera del sitio
cuando quedamos solo algunos frente a la expectativa ante el inicio inminente
del lunes.
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Mientras te leía poesía en la cama, tú reías. Pasamos la
noche con los dedos entrelazados y el gato en tu regazo. Ese minino es celoso, ronronea de manera extraña, yo lo sería también si tuviera que compartirte con
él siempre.
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Las sonrisas escapaban por las rendijas de la casa. Los
besos se deslizaron entre las ventanas. El desayuno/almuerzo fue servido entre
las carcajadas enjuagadas con jabón y platos que olían a nosotros.
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Bequer se relamía los versos mientras pirueteaban tus
palabras en mi cabeza. Cada línea te hacía reír. Inexplicablemente mi voz te
hacía cosquillas en la conciencia.
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Debimos hablar menos y actuar más. Al final del acto nos
convencimos, por un momento, de que
aquel fin de semana era parte de
nuestras vidas. Los lunes llegan, siempre llegan inoportunos.
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En la sala de tu casa escuchamos pasar las horas, sigilosas,
persiguiendo al gato por toda la casa. El minino jugó después a arrinconarlos
en el patio.
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Oscurecimos la casa para entender lo que sucedía. Las sombras
fugazmente se arrancaban besos y suspiros, enredados en más preguntas que
respuestas. No hay nada como guiarnos por los pasillos con nuestro tacto
pegado al corazón.
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Al amanecer nos vimos nuevamente, tú con los ojos aún
dormidos, yo en la sala con el periódico del domingo que no publicaba nuestra
historia.
Ángel Elías
Comentarios
Saludos.
Saludos fraternos