"Una familia" Fernando Botero (1989) |
Tocando el tema del clasismo en
el país, me di cuenta, que tanto como el racismo, esta es una práctica bastante
generalizada, pero extrañamente permitida; al supuesto que “como lo ven, lo
tratan”. Y es que el clasismo en Guatemala se ve como algo mucho más normal de
lo que debería ser. Si se tiene carro, si se tiene buena ropa y aunque pareciera trivial es mucho más común de lo que se
piensa.
Cuántos de nosotros nos hemos
topado con personas que gustan de ver a las demás de abajo hacia arriba o
preguntarles sobre sus triunfos académicos, ingresos económicos o simplemente
dejarse llevar por la apariencia y calificar por lo poco que ve.
Guatemala es clasista, se deja
llevar por la ropa y la primera impresión; el pensamiento dominante priva de lo
que realmente vale. La persona como tal, no por lo que viste o cómo habla.
Pero es fácil dejarse engañar y
asumir que no se es clasista cuando se practican, aparentemente, ejercicios de
igualdad con los demás; se preocupan por la situación del país, saben sobre la
desigualdad social, se exasperan con la discriminación, pero tratan a las
personas de “mijo” o “mija”.
Hay que tener cuidado con
expresiones básicas en el guatemalteco, he visto cómo gente universitaria (que
esto tampoco les da un título de civilización) trata a las personas en la calle
de mijo o mamaíta. Aunque, en primera instancia, pareciera un trato de cariño, no
hay que dejarse engañar, es simplemente un acto de clasismo al paternalizar una situación
y a la persona, claro.
¿Tanto cuesta tratar al otro de
igual, entendiendo las diferencias? ¿Es difícil comprender que el clasismo en
el país deja estragos en la autoestima del guatemalteco? La clase dominante,
los criollos, los chapines, los capitalinos, tratan, en muchos casos, con un
paternalismo absurdo a la gente de los departamentos, a los que ve en
desventaja solo por no aparentar ser iguales a ellos.
En Guatemala, las calles son un
caldo de cultivo para que el clasismo se desarrolle en su plenitud. Es que el
guatemalteco no ha superado sus ínfulas de capitanía general, simplemente porque
se cree mejor que los demás, con el derecho de victimizar a las personas, pero
poco se atrevería, por ejemplo, a casarse con un "diferente" o no yendo tan
lejos, a compartir ideas con el otro.
Siempre existe la necesidad de
imponer al otro, al inferior, porque ellos no saben y los ellos sí. De allí parte
buena parte del clasismo en Guatemala.
Existen muchos fenómenos derivados del clasismo
imperante en el país y es tan medular que pocas veces se percibe desde
adentro, pero para quienes la sufren o la ven desde el exterior es abrumante.
Los chapines tratan a sus
paisanos como lo ven, si les notan ropa sencilla, les dicen; “mijos”; si los
ven con ropa fina: “jefe”.
Al final, Guatemala es un
compendio de pensamientos retrógrados, llenos de prejuicios, etiquetas, malas
interpretaciones y complejo de superioridad que, con franqueza, ningún psicólogo
quisiera hacerse cargo.
Ángel Elías
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