Celebración de independencia guatemalteca 2013. FOTO: starmedia.com/ |
Podría escribir que en este 15 de septiembre las luces
blancas del cielo contrastaron con la felicidad de ser un año más
independiente, pero me sentiría muy falso, porque no lo creo, al igual que un sinnúmero
de personas que ya quedan incólumes la fatalidad en este país que bordea lo
absurdo.
Este país no es perfecto, ni por asomo, ni es el más bello,
ni es por brevemente el mejor lugar del planeta, sencillamente porque la
historia de este país ha dejado una huella indeleble de fracaso. Los próceres
de la independencia, de los cuales los
niños se visten en este día, no son más que unos criollos aprovechados
que para no perder el poder se declaran independientes, pero claro no dejan de
tener sus privilegios de explotación en Guatemala. La independencia en el país
no fue más que una burla.
Este no es el mejor país del mundo, ni en los sueños más
ridículos de cualquier mortal. Sencillamente por sus altos índices de
violencia, por su criminalidad, por sus grados de desigualdad social, por las
muertes que ocurren a diario. ¿Acaso nuestra concepción de país perfecto es
ese? Si así lo es, pues entonces si somos el mejor país del mundo.
Entonces qué somos, un remedo de nación con una historia
tergiversada, sin valores, sin bases, fraccionada, que desconoce sus orígenes y
se avergüenza de su pasado indígena, pero se enorgullece de su sangre criolla.
Guatemala es un estado de risa, donde el 14 de septiembre el Presidente Otto Pérez Molina sale al balcón presidencial a dar el grito de independencia, habrase visto acto más ridículo. ¿Desde cuándo gritamos independencia? ¿Desde que México lo hace? ¿Esa es nuestra independencia? El gobernador tiene el descaro de leer en público el acta donde claramente dice que la clase criolla declara la independencia antes que el pueblo se levante. Esa frase me da escalofrío, pero lo dicen con una naturalidad que espanta.
La independencia de este país se basó en una farsa que se repite en las escuelas. Los niños salen con los trajes de la
época, los diputados se llenan la boca con elogios a los próceres y seguimos en
ese círculo de ignorancia del país.
No somos un país independiente, no somos el mejor país del
mundo, ni del istmo, ni d
e la región, aunque lo podríamos ser si tan solo nos
dejáramos ver como somos, desnudos, sin patriotismos baratos, discursos cursis,
sin poses heroicas, ni clamores populares.
Porque somos la misma nación explotada y desorganizada de
hace 182 años. Porque los niños se mueren de hambre en el país más bello del
mundo. Porque la gente muere por una bala perdida en este país bendecido de
Dios.
¿A qué jugamos? ¿A mentirnos? Yo, por lo menos, ya no.
Ángel Elías
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