Si tan solo la vida fuera un poco menos apresurada, pensó en
el flujo que dan los autos en la carretera. Nada como sumergirse en la vorágine
del amor o en la ilusión de vivir en un país lejano con sus propias reglas.
Todos vivimos en Macondo, por lo menos eso pensamos. Creo que esa fue una de
las grandes habilidades de Gabriel García Márquez, dibujar ese lugar
inexistente, pero que al leerlo todos pensamos que sí es real y que lo vivimos
contantemente.
Gabriel García Márquez falleció este jueves santo, y las
letras parecen no agotarse cuando se escribe de él, porque ha sido el compañero
de muchas personas en la soledad que da la lectura, porque eso es la lectura el
acto más grande de soledad física que pueda existir, algo similar sucede con la
escritura, ese acto de soledad extrema para crear lo que no existe. El Gabo es esa
persona que aunque no esté siempre es referente, que aunque no lo hayan leído se
conoce, es como un popstar de las
letras.
Cuando supe la noticia,
no sabía qué pensar, porque es de esas personas que uno cree inmortal, que cree
que nunca desaparecerán, que se piensa que son eternas. Pero El Gabo se hizo
inmortal con sus letras, con su literatura, con su fantasía hecha realidad. Él nos
hacia sonreír con la picardía de sus personajes, tan nuestros, tan latinos, tan
pintorescos y tan nosotros, que la final de la lectura, no sabemos si en sus
narraciones nos ha dibujado porque nos espiaba o porque simplemente se burlaba
de nosotros. Muchos nos descubrimos en la pluma del Gabo, buen viaje Gabriel
García Márquez,.
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