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El país de la fantasía



¿Realmente qué país tendremos dentro de unos años? Es una pregunta difícil, si comenzamos diciendo que las bases de la nación se basan en una ficción elaborada tan detalladamente que ya parece realidad, pero lo más trágico, que ya se toma como correcta.

En esta semana un grupo de manifestantes tomó las calles aledañas al Congreso de la República exigiendo cambio a la Ley de partidos políticos, cosa que me parece un buen paso para la construcción de una sociedad democrática, pero principalmente para que los ciudadanos comprendan de una vez por todas que vivir en democracia es hacer lo que la mayoría dicta, en iguales condiciones y oportunidades; no es imponer su voluntad patriótica a otros.

La primera noche pasé justo por el sitio de las manifestaciones, con toldos y equipos de sonido, tenían a varias personas pernoctando. Los organizadores mantenían una lista que pasaban en la tarde y en la mañana para saber quiénes estaban. Del otro lado de la calle un grupo de universitarios tocaba canciones de protesta social. “Que triste se oye la lluvia/ en los techos de cartón. / Que triste vive mi gente /en las casas de cartón.”, es escuchaba como un eco del pasado setentero, que al final no ha dejado de ser realidad.

A unos pasos de ellos, una pareja joven indígena, estaba tumbada en una de las calles, con petate y unas frazadas, entre ellos un bebé. Esto invita a reflexionar sobre cuál es el verdadero papel de las comunidades indígenas frente a la coyuntura. ¿Realmente es justo que un niño se exponga de esa manera por los intereses de una reforma electoral? A los universitarios les hablé para saber si se podía hacer algo, ellos no se inmutaron y continuaron con su concierto. ¿Es realmente el tipo de ciudadanía que se está formando? Una sociedad indolente, enamorada de ideas revolucionaras caducas y  creer que están haciendo algo por el país cuando no mueven un dedo por el prójimo.

Si el niño se enferma de neumonía, ¿los “revolucionarios” le comprarán medicina y lo llevarán a un hospital? Estamos frente un verdadero dilema. No dudo que existan profesionales honestos y capaces, pero a veces pareciera que sobresalieran los “líderes de izquierda o derecha”, que se llenan de una verborrea que espanta, pero que a la vez encandila a las masas. Es fácil ponerle la culpa a alguien, al estado, a Otto Pérez Molina, pero realmente ¿qué estamos haciendo para mejorar este país?

Guatemala  necesita educación como una pieza fundamental para el desarrollo. Educar para el futuro, conocer para conocernos. Las necesidades del estado están relacionadas directamente con nuestras carencias obvias y de eso pocos  se salvan, porque universitarios o no, revolucionarios o libertarios, nos criamos en un estado racista, discriminador y poco culto. Entonces allí está la verdadera lucha, la verdadera marcha, contra nuestra ignorancia, contra nuestros estereotipos, contra nuestra indiferencia, contra nuestra desigualdad, contra el racismo. Allí nacerá la verdadera indignación. Como diría el poeta francés Jean Cocteau: “No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría”.

Ángel Elías
*Con unos vecinos le conseguimos un lugar digno para que la pareja con su bebé pasaran la noche.

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