La noche absorbe lentamente cada uno de nuestros pasos, como no queriendo que nos escapemos. Nos fugamos en cada esquina, nos pensamos ajenos y la final, vuelve a ser una vez más de día.
Frente al computador la vida se diluye continuamente, como escapando a las palabras, a las letras, a las ideas, se va hacia ningún lado, hacia lo que no entendemos.
Coco, amanecí con antojo de coco, como ese deseo tropical sin consumar, lejos del mar, de las olas, de la brisa matutina. A medio día, apareció, fresca, liviana y sonriente. Hay almuerzos que se recuerdan con la mariscada de ideas.
Somos esa parte que no entendemos, que no solemos ser y ¿lo demás? Un corazón que no terminamos de entender.
Cada uno de nosotros vive lejos del otros, como expectante a lo que sucederá, nada nunca es como lo imaginamos, como lo esperamos. ¿Qué queda? Esperar encontrarnos en la siguiente vida y desear que las cosas, esa vez, sí funcionen.
Ángel Elías
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