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Mostrando las entradas de noviembre, 2014

Soy indígena

En mi niñez jamás me pregunté por mi etnicidad, bueno creo que pocos niños lo hacen. No fue como un asunto prioritario eso de entender la cultura y el origen cosmogónico de donde provengo. Mi abuela tenía rituales indígenas y me curaron en varias ocasiones de mal de ojo, mi abuela paterna hablaba en kaqchikel y mis padres sabían algunas palabras. A mí, para esa edad todo me parecía de lo más normal, pensaba que todo funcionaba igual, ¿qué era yo? Un habitante más, ni menos, ni más. En la escuela hicieron un censo en el   que nos preguntaron sobre nuestro origen étnico. Levanten la mano los indígenas, dijo la maestra. No supe qué hacer, no porque me identificara, sino porque nunca me hice esa pregunta, francamente. La maestra me vio y dijo: indígena. Ese fue como mi primer encuentro con el querer conocer más sobre el asunto étnico. Decirse indígena o no, no debe ser como una etiqueta que lo haga mejor a uno, eso me enseñaron en casa. Crecí con ese concepto hasta que me

Texto Zip XXXVI

Tal vez verla aquella tarde no dice mucho. Ambos estábamos en el noveno piso de un edificio que más parecía que se caería en cualquier momento, por efecto de las polillas “comeconcreto”. No dice mucho que aquella noche nos encontramos en un correo electrónico. Menos cuando compartimos un poco de agua en verano, en aquella calle llena de extraños. Nada de eso me dice nada. Me vuelca de recuerdos tu vestido largo y tu sonrisa dibujada como cuando le hacíamos caritas al sol en los dibujos de primaria. ¿Quién te dibujó a ti? ¿Quién tuvo ese atino de recrear mis bosquejos en la preprimaria? Eres esa estrella que tenía goma y brillantina en un papel, obra maestra a mis 4 años de edad que colgaba en el refri de la casa. Eso me dice todo. Me dice todo tu cuerpo en la cama, contando tus heroicas aventuras. ¿Hay algo más emocionante que encontrar cada recuerdo en las esquinas de la calle? Vamos sé que es difícil explicar que la vida se derrama en cada encuentro con el pasado. Pe

Vamos, aceptemos la responsabilidad

Veamos, no es echarle la culpa a alguien, pero si alguien tiene esa culpa, es usted.  Y aunque me vea con esa cara de extrañeza y de desconocimiento, efectivamente es así. El descalabre del sistema político y social en Guatemala le pertenece enteramente a usted, siéntase orgulloso de pertenecer al grupo que dejó ir al despeñadero al país. Realmente no podemos culpar a los votantes del partido de gobierno, aunque sí se les debería abrir un juicio por mandar al carajo las esperanzas de un país. ¿Fue usted uno de los que pensó y confío en la mano dura de Otto Pérez Molina? Ciertamente es culpable, entréguese a la justicia, por favor. Veamos que el saqueo sin misericordia emprendido por el gobierno de turno no tiene explicación más allá de la ambición desmedida de quienes llegaron al poder. ¿Cómo olvidar el discurso de Baldetti cuando declararon ganador a Pérez Molina? ¡Ay orejas por aquí!, pues orejas no, ahora solo seguidores que destilan vergüenza, bueno e