Hace algunos días un chico entró al palacio Nacional de la Cultura, el ahora llamado kilómetro cero. Subió a la parte alta, se montó en el asta bandera y amenazó con suicidarse. Sí, así como lo leen amenazó con suicidarse, dentro del palacio, bueno, al momento de su muerte ya estaría afuera.
El caso es sumamente interesante. Un deseo de muchos en este país. Un suicidio en el insigne palacio presidencial. ¿Habría lugar menos público para este acto? ¿La muerte se ha vuelto un espectáculo de masas en este país?
Aunque los motivos que movieron ha este muchacho fueron más banales de lo que se imaginan. Se trató de matar por una mujer. Repetía un nombre antes de su fallido acto escapista del mundo.
Cuando digo banal, me refiero a que, en apariencia, existen motivos más certeros para justificar un suicidio.
El acto de subirse a la terraza del palacio y su amenaza de suicidio fue demasiado simple. No hubo reto, no hubo una competencia por ganarle a la muerte. Entonces, su muerte hubiera sido así de simple, sin desafío. Un fallecimiento sin sabor y demasiado fácil.
Pero ¿Por qué no se tiró?
Este chico, tuvo la osadía de amenazar con su vida a los que transitaban por allí. Tenía en sus manos el instrumento, apuntando a quienes paseaban por tan importante lugar. Este chico nunca tuvo la voluntad de arrojarse. Además, no estamos seguros si lo que en realidad deseaba era acabar con su vida. Ya que en ninguna nota de prensa leí que dijera querer morir. Idea que pudo habérsele colado al momento de ver llegar a los bomberos.
Reporteros de todos los medios de comunicación llegaron al lugar, bomberos y policías. ¿Qué tan rápido pudieron llegar los medios, como para video grabar el asunto desde abajo y desde arriba, sin que el individuo se haya movido un centímetro?
Porque claramente se ve que estaba fuertemente sostenido del asta. Al momento de llegar los bomberos y las cámaras intentó lanzarse. ¡Hasta ahora!
No con ello, digo que lo dejaran tirarse, ni mucho menos que lo empujaran. Digo que el hecho fue dimensionado de una manera diferente. Y hasta de manera circense.
El chico claramente, no tenía la intención de lanzarse.
Simplemente quería llamar la atención pública, algo que logró con creces. No solo alcanzó la atención pública sino nacional.
Pero, como no logarlo. Si en Guatehermosa, los medios de comunicación son medio sensacionalitas. Toman la fotografía a un muchacho medio desorientado, que se sube a un tejado, y cubren en primera plana su supuesto intento suicidio.
Aunque tomemos en cuenta, que en aquí, donde la gente aparece muerta antes de amanecer, la muerte es una dama oscura a quien no se le ve la cara sino solo los aruñazos. Así como la Siguanaba. Por ello ver a una persona antes de morir, es novedad. Y el suicidio, es una manera de ver a la muerte segundos antes de su llegada y de una forma premeditada. Muchos, apuesto, quisieron ver arrojarse al niño del edificio.
Este chico no se hubiera arrojado nunca, porque el objetivo del suicidio es la muerte. Y su objetivo no era ese. Seguramente fue una prueba de valentía. Quería demostrarle algo a alguien. En un episodio de valor de macho, de exhibición.
Y claro logró su objetivo. Sus quince minutos de fama le fueron concedidos. Y seguramente estará buscando otro duelo, si con su damisela escarlata, éste no le funcionó.
Angel Elías
El caso es sumamente interesante. Un deseo de muchos en este país. Un suicidio en el insigne palacio presidencial. ¿Habría lugar menos público para este acto? ¿La muerte se ha vuelto un espectáculo de masas en este país?
Aunque los motivos que movieron ha este muchacho fueron más banales de lo que se imaginan. Se trató de matar por una mujer. Repetía un nombre antes de su fallido acto escapista del mundo.
Cuando digo banal, me refiero a que, en apariencia, existen motivos más certeros para justificar un suicidio.
El acto de subirse a la terraza del palacio y su amenaza de suicidio fue demasiado simple. No hubo reto, no hubo una competencia por ganarle a la muerte. Entonces, su muerte hubiera sido así de simple, sin desafío. Un fallecimiento sin sabor y demasiado fácil.
Pero ¿Por qué no se tiró?
Este chico, tuvo la osadía de amenazar con su vida a los que transitaban por allí. Tenía en sus manos el instrumento, apuntando a quienes paseaban por tan importante lugar. Este chico nunca tuvo la voluntad de arrojarse. Además, no estamos seguros si lo que en realidad deseaba era acabar con su vida. Ya que en ninguna nota de prensa leí que dijera querer morir. Idea que pudo habérsele colado al momento de ver llegar a los bomberos.
Reporteros de todos los medios de comunicación llegaron al lugar, bomberos y policías. ¿Qué tan rápido pudieron llegar los medios, como para video grabar el asunto desde abajo y desde arriba, sin que el individuo se haya movido un centímetro?
Porque claramente se ve que estaba fuertemente sostenido del asta. Al momento de llegar los bomberos y las cámaras intentó lanzarse. ¡Hasta ahora!
No con ello, digo que lo dejaran tirarse, ni mucho menos que lo empujaran. Digo que el hecho fue dimensionado de una manera diferente. Y hasta de manera circense.
El chico claramente, no tenía la intención de lanzarse.
Simplemente quería llamar la atención pública, algo que logró con creces. No solo alcanzó la atención pública sino nacional.
Pero, como no logarlo. Si en Guatehermosa, los medios de comunicación son medio sensacionalitas. Toman la fotografía a un muchacho medio desorientado, que se sube a un tejado, y cubren en primera plana su supuesto intento suicidio.
Aunque tomemos en cuenta, que en aquí, donde la gente aparece muerta antes de amanecer, la muerte es una dama oscura a quien no se le ve la cara sino solo los aruñazos. Así como la Siguanaba. Por ello ver a una persona antes de morir, es novedad. Y el suicidio, es una manera de ver a la muerte segundos antes de su llegada y de una forma premeditada. Muchos, apuesto, quisieron ver arrojarse al niño del edificio.
Este chico no se hubiera arrojado nunca, porque el objetivo del suicidio es la muerte. Y su objetivo no era ese. Seguramente fue una prueba de valentía. Quería demostrarle algo a alguien. En un episodio de valor de macho, de exhibición.
Y claro logró su objetivo. Sus quince minutos de fama le fueron concedidos. Y seguramente estará buscando otro duelo, si con su damisela escarlata, éste no le funcionó.
Angel Elías
Comentarios
Sociedad podrida esta, tal vez conmigo hacés 7 gatos, desde hoy te agrego a favoritos y te estaré monitoreando.