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Apofonías XIV

Libro: ese acompañante nocturno de insomnios, que no te deja contar ovejas. Y compañero diurno que cuenta historias para no aburrirse en la vida.


Redes sociales: una alimaña que come lentamente el cerebro. Cuando se visita asiduamente estas redes se logra ver como se escurre la vida frente a un computador sin que se pueda hacer nada. Es lo más horroroso que he sentido.

Frío: es cuando dejas de acurrucar tus palabras en el corazón.
Sueños: esos individuos que atacan de noche en el momento en el que menos protegidos estamos. Saltan a tu conciencia y la amordazan, dictan palabras para recordarlas al siguiente día. La advertencia de anoche fue: no olvides.

Buses: un dinosaurios ruidoso lleno de óxido, fierros, humo negro que serpentea por la ciudad, tragando ciudadanos. Todos los dinosaurios rugen igual y algunos vomitan realidad.

Billares: de estudiante me fugaba a jugar billar, comer helados y ver televisión. Era la única forma de entretenerme mientras mis amigos fumaban. El billar entonces me parecía un juego divertido, donde cada tiro fallado era una carcajada sonora. A los años, no recuerdo la última vez que jugué. Cuando paso por los billares veo chicos disfrutando la vida. A veces me pregunto, qué se sentirá jugar, otra vez, billar.

Escribir: he de escribir algunos versos, un tanto forzados, para convencerme mi labor de escritor. Un par de poemas cada mes puede que sea suficiente. Los poemas no aparecen en la guía telefónica, uno que otro poeta, a lo mejor sí.

Amigos: mis amigos son contados,  eso me hace sentir afortunado. No tendremos expectativas de amistades furtivas, solo de unos poetas que se juntan a leer su poesía, platicar un momento y esperar que al salir de ese lugar el mundo ya sea distinto. 

Ángel Elías

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