El secreto de las mariposas monarca |
Soltar una mariposa es el acto más liberador que puede
existir. Es como dejar escapar los miedos más profundos y quedarse con las
esperanzas más enraizadas. Porque extrañamente soltar, soltarse, es lo que nos
provoca temores desde nuestra más tierna infancia.
Esta mañana solté una mariposa en un jardín. Era una hermosa
mariposa monarca. -Es de esas que se van y no sabemos si volverán-, me explicó
el especialista. Pasó toda su vida encerrada en un vaso transparente mientras pasaba su desarrollo. -Parece que lo estaba esperando-, agrega.
Allí estaba aquella mariposa monarca que encierra millones
de años de evolución, lista para ser liberada. Eso me llevó a reflexionar sobre la fragilidad
de la libertad, sobre la importancia de volar, de partir para volver o no
hacerlo. Pero que es tan importante para conocer qué hay al otro lado de la esquina. Ir en una armonía de colores multifacéticos que
inundan los cielos de América en la época de migración.
Las monarca se enfrentan a un sinnúmero de peligros, desde aves
que se las devoran hasta niños arranca alas, pero algunas sobreviven para
regalarle más mariposas al mundo. Como un obsequio que nos recuerda que la
esperanza siempre existe. Aquella mariposa que sostuve durante unos segundos en
las manos parecía dormida, como sumergida en el sueño más profundo, movía
lentamente sus alas, dio unos pasos en la palma de mano y en un pestañeo elevo
su cuerpo hacia el cielo.
Así somos los seres humanos, el conjunto de maravillas naturales
que nos colocan en un punto, en una encrucijada de la vida para que un momento
determinado, ¡puf! Salgamos volando como esa especie que le urge sobrevivir. -¿Volverá?
–le pregunté al especialista. –Espero que sí –respondió. -Acá puede encontrar
todo lo que necesita, pero siempre es cuestión del destino-, confiesa. Esto no
me evita reflexionar sobre la comparación con los humanos. En algún momento de la
vida necesitamos soltar para ganar, para ganarnos a nosotros mismos,
para recuperarnos, para ver partir el destino y esperar que la naturaleza haga
su trabajo.
El especialista me dijo que le enviara toda la buena energía
a la mariposa cuya silueta se perdía entre la copa de los árboles y revoloteaba
buscando el néctar entre las flores, -parece feliz –me dije.
-Le puso nombre a su mariposa –preguntó. –Sí, se llama María
–le dije mientras entendía cómo es ver
la esperanza volar hacia los sueños.
Ángel Elías
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