Una noticia que la semana pasada trascendió en los medios escritos como noticia, pero no dentro de los columnistas guatemaltecos. Fauna que se abalanzó sobre la mediática noticia de Carlos Peña. Fue la entrega voluntaria de trescientos pandilleros en la aldea Cerro Alto, San Juan Sacatepéquez. Sucede que por problemas de seguridad dentro de esa localidad, los vecinos se han organizado para patrullarla. Y capturaron a uno, que después de vapulearlo lo incineraron frente a la iglesia católica local. Días después capturaron a otro a quien intentaron quemar. Pero solo lo lograron parcialmente. Lo dejaron ir, pero no dejaron que lo trasladar a ningún cetro médico. Ni que la curandera local lo atendiera. Por lo que horas después murió en su casa.
Esto motivó a varios pandilleros a entregarse voluntariamente para ser incorporados a la sociedad. Muchos argumentaron que deseaban hacerlo para no correr con la mortal suerte. Otros esperaban la oportunidad para salir de la pandilla. Los pandilleros fueron fichados y fotografiados para su reinserción social.
Desde un punto de vista social, puede verse como un avance social. Varios pandilleros desean reincorporarse a una sociedad que los desprecia. Pero los antecedentes no son nada alentadores. Por un lado, ellos fueron empujados por un acto salvaje, en este caso el linchamiento. Movidos por el miedo se entregan. Eso hace dudar un poco de la veracidad de su arrepentimiento. Se entregan a una sociedad que los creó y luego los despreció. Por un lado está la sociedad que los desprecia y por otro la que no les da la oportunidad de reinsertase. Simplemente la sociedad que los engendra no tiene forma de devolverlos. Prefiere eliminarlos. Esto desde un punto de vista moral o físico. El estado no garantiza nada para resolver el problema. Pero si los genera. Las altas tasas de desempleo o subempleo, aunado al desmesurado crecimiento del margen de la pobreza y la extrema pobreza. Y la disminución de la clase media aumentando el trecho entre ricos y pobres, no es precisamente un edén para el desarrollo. Muchos jóvenes, deben elegir en un momento de su vida entre la pobreza o morir a causa de ella. Y la generación del empleo, que está íntimamente ligado a la educación no encuentra eco en las autoridades. Porque están entretenidos jugando a la política y no a la generación de condiciones de trabajos.
Esta sociedad que se ufana de crear cárceles antes que escuelas. O de promover los mega-proyectos sin brindar seguridad ciudadana, que en nuestro caso sí sería un mega-proyecto. Las posibilidades de que el problema de la delincuencia juvenil aún está muy lejos de resolverse. Ciertamente, es un problema profundo que necesita de tiempo para resolverse, pero no hay luces que indiquen una intensión para hacerlo. Pero con soluciones reales, concretas y lógicas. Ya que en plena campaña política, se ofrece seguridad en términos que rayan sobre lo estúpido.
Cerro Alto tiene un reto nacional. Lograr que los jóvenes se reintegren a la sociedad, y además definir las condiciones para no seguir creando más delincuencia. Un reto que es de nación, donde todos estamos involucrados y nos importa. En vista de que no somos muy buenos eligiendo gobernantes, tratemos de rescatar el país.
Ángel Elías
Esto motivó a varios pandilleros a entregarse voluntariamente para ser incorporados a la sociedad. Muchos argumentaron que deseaban hacerlo para no correr con la mortal suerte. Otros esperaban la oportunidad para salir de la pandilla. Los pandilleros fueron fichados y fotografiados para su reinserción social.
Desde un punto de vista social, puede verse como un avance social. Varios pandilleros desean reincorporarse a una sociedad que los desprecia. Pero los antecedentes no son nada alentadores. Por un lado, ellos fueron empujados por un acto salvaje, en este caso el linchamiento. Movidos por el miedo se entregan. Eso hace dudar un poco de la veracidad de su arrepentimiento. Se entregan a una sociedad que los creó y luego los despreció. Por un lado está la sociedad que los desprecia y por otro la que no les da la oportunidad de reinsertase. Simplemente la sociedad que los engendra no tiene forma de devolverlos. Prefiere eliminarlos. Esto desde un punto de vista moral o físico. El estado no garantiza nada para resolver el problema. Pero si los genera. Las altas tasas de desempleo o subempleo, aunado al desmesurado crecimiento del margen de la pobreza y la extrema pobreza. Y la disminución de la clase media aumentando el trecho entre ricos y pobres, no es precisamente un edén para el desarrollo. Muchos jóvenes, deben elegir en un momento de su vida entre la pobreza o morir a causa de ella. Y la generación del empleo, que está íntimamente ligado a la educación no encuentra eco en las autoridades. Porque están entretenidos jugando a la política y no a la generación de condiciones de trabajos.
Esta sociedad que se ufana de crear cárceles antes que escuelas. O de promover los mega-proyectos sin brindar seguridad ciudadana, que en nuestro caso sí sería un mega-proyecto. Las posibilidades de que el problema de la delincuencia juvenil aún está muy lejos de resolverse. Ciertamente, es un problema profundo que necesita de tiempo para resolverse, pero no hay luces que indiquen una intensión para hacerlo. Pero con soluciones reales, concretas y lógicas. Ya que en plena campaña política, se ofrece seguridad en términos que rayan sobre lo estúpido.
Cerro Alto tiene un reto nacional. Lograr que los jóvenes se reintegren a la sociedad, y además definir las condiciones para no seguir creando más delincuencia. Un reto que es de nación, donde todos estamos involucrados y nos importa. En vista de que no somos muy buenos eligiendo gobernantes, tratemos de rescatar el país.
Ángel Elías
Comentarios
Si tan sólo se cumplieran las leyes y las cárceles fueran verdaderos centros para reformar a los individuos, aprenderían un oficio o terminarían sus estudios para poderse integrar a la sociedad productiva, tarea grande para el próximo gobernante.
Eso es la peor mentira que queremos creer.