Estoy alucinando, vos, estoy alucinando. Me dice Otto cuando llega a la casa. La veo por todos lados, la siento por cualquier punto, creo que está en todas las calles y la confundo con cualquiera. Es una locura. Otto, después de la abstinencia ha llegado al delirio. Su cerebro ya no trabaja a cabalidad y está teniendo alucinaciones.
Ahora, me dice, no puedo dormir, siento que el teléfono me vibra en la bolsa del pantalón aunque no lo tenga allí, escucho timbrar la puerta y pienso que es ella. Espero la llamada que sé no llegará, alucino, vos, alucino.
Otto está pasando un mal juego de la mente. Su separación amorosa lo ha tenido bastante inquieto. Hace unos días lo lleve de viaje. Lo saqué de la cotidianidad para que se le pasen las alucinaciones. Creo que no le ha caído del todo bien. La recuerda constantemente. Me llevó por toda la ciudad citándome con lujo de detalles los lugares que visitaban y se divertían. Cada esquina tenía un recuerdo o un momento que veía que en los ojos de Otto había quedado grabado.
A ella la he visto. Anda con un nuevo amor. Se veía feliz y tranquila. Para ella mundo continuó sin problemas. No he querido decirle a Otto, terminaría por acabarlo. Ahora espero que se le pasen las alucinaciones. Ese delirium tremens que lo tiene alterado.
Evidentemente las relaciones sentimentales tienen un bemol extraño. Una variación que puede desbaratar la vida. En un momento se es feliz y al otro, simplemente se acaba, se apaga una vela, disminuye hasta hacerse extinta. Luego vendrán otros amores, otras aventuras, otras historias. Uno saldrá antes que el otro. Y Otto, esta vez, le tocó quedarse cuidando un recuerdo que solo a él le importa. Es así, somos esas criaturas indefensas que solo deseamos que alguien se interese, y cuando lo logramos y lo perdemos caemos en la desgracia, como Otto. Con síndrome de abstinencia y delirium tremens.
Vos, la veo a cada rato, en cada persona, ya sea bajita, alta, rubia, castaña, morena. Esta en todas y en todo, repite constantemente Otto. Estos síntomas hacen de mi amigo un ser que necesita hablar. Y que por cierto, es una particularidad poco conocida en él. De ser un ente callado y sumiso, se ha vuelto hablador.
Otto, es ahora un ánima que vaga solitaria por las calles de sus recuerdos, y se alimenta de las esperanzas que le da la vida. Ya no se entusiasma con volver, solo con la frente marchita, canta un tango que escuchamos cuando volvemos a casa.
Creo que este amigo ha aprendido una lección en su vida. Debe aprender a confiar. Confiar en que las personas siempre harán lo que creen más conveniente. Y en este caso, su antiguo amor creyó que él, simplemente no reunía los requisitos necesarios para ella. Otto lo sabe, porque me ha dicho esas ideas, con esas palabras. Y cuando lo dice, con la frialdad que no le conocía, me da un escalofrío que asusta. Y el delirio continúa…
Ángel Elías
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te dejo un abrazo!