Los sueños se diluyen en algún lugar |
En ese momento, aquel sonido del viento parecía estremecer
al mismo planeta. Llegamos a una aldea en el fin del mundo. Ella y yo contra
todos los pronósticos estábamos juntos. A veces es difícil pensar que dos
historias tan diferentes pudieran terminar tan unidas. No hay poder en el mundo
que explique tal contradicción. ¿El amor? Muchas veces esa constante a la que
llamamos amor no es más que un encuentro casual o causal de muchas emociones.
Aquel sitio parecía desolado, una carretera de terracería
atravesaba el poblado y el viento arremolinaba el polvo calcinado de las
calles, piedras y polvo se quedaban en nuestros recuerdos. Todos los pobladores
se refugiaban en sus casas, eran las cuatro de la tarde y aquella escena
parecía balancearse entre una película de vaqueros y una antes del fin del
mundo.
Ella tenía los ojos llenos de cansancio por el viaje, pero a
la vez rebosantes de esperanza. –es la consigna –me repetía a cada momento,
entonces yo le tomaba de la mano y sentía que sus fuerzas eran ese raro elixir
para continuar.
Aquel sitio se dibujaba con poca imaginación. En medio de la
nada, los árboles son monstros de cabezas multiformes y miles de brazos.
Caminamos por toda la calle, no hay aceras, así que lo mejor era andar por la
calle justo en la mitad.
Fue un trayecto donde el polvo se colaba por nuestros ojos y
el viento acariciaba fuertemente nuestros rostros. Casi nos golpeaba. –es la
consigna –repetía constantemente. En sus ojos entonces me convencía que no
quería estar en otro lado que no sea contemplándolo en sus pupilas.
Llegamos a la casa donde nos quedaríamos, bella casa, como
la ruralidad pintada en un cuadro naif. Cualquier cuadro, al final del tiempo
con ella dibujada en él, me parece hermoso.
El viento no cesaba, era como un dinosaurio que con su cola
arrastraba los sueños por una corriente de aire invernal. ¿Es acaso esto
normal? El amor todo lo puede, todo lo soporta, reza un párrafo bíblico, hasta
el coletazo de un dinosaurio, completé el rezo.
Entramos a la casa y la oscuridad ya casi estaba instalada,
dos camas, un sueño y la consigna encerrada en alguna de las mochilas era lo
único que teníamos.
Ella cayó rendida ante la impaciencia del mundo, ante su
cansancio. Durmió plácidamente durante horas, mientras, yo a su lado solo
observaba como se dibujaban sus sueños en sus párpados mientras el mundo se
estremecía con el viento.
No hay nada más hermoso que ver a la mujer que se ama dormir
sin la preocupación del mañana. Nosotros, por un momento, presentimos que la despertar,
habría el futuro.
Ángel Elías
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