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La noche que escuché a Chopin



Esta noche me dio por escuchar a Chopin, como esa amalgama de sonidos que casi no deja respirar. Es denso y profundo, como para ir escuchándolo en una carretera, mientras se desvanece el tiempo. Así somos los seres humanos, estamos hechos de hebras de sentimientos que florecen con cualquier impulso.

Esos son lo recuerdos, las damas que nos dan un beso tras el velo de una noche cargada de emociones, nos toman de la mano, nos seducen y luego se devuelven a la oscuridad de la noche.   A veces los recuerdos nos traicionan, generalmente mis recuerdos tienen otras dimensiones y suelo exagerarlos, porque a lo mejor en la vida real no fueron tan fantásticos como los describo, hasta los malos recuerdos agrando, dándoles el poder de acabar con la poca armonía que puede uno tener. Parezco con estas líneas un viejo trágico, pero no es la intención, simplemente así funciona mi mente.

Todo lo que recordamos es lo que nos importa, desde nuestra primera caída, nuestros raspones de niños hasta nuestro primer beso. Todo tiene cabida en la memoria. Por ejemplo recuerdo mi primera vergüenza, tenía como 4 años y vestía un traje gris, que picaba mucho, seguro por el tipo de tela, era mi cumpleaños y tenía que darle el primer golpe a la piñata, sin venda me acerco a aquel envuelto de papel de china y ¡zaz!, con toda la fuerza que daba mi pequeño cuerpo, no le acerté y la inercia de palo me botó frente a todos, todos rieron con aquel espectáculo, un niño tendido en su primer fracaso. A partir de allí lo demás es historia.

Así son los recuerdos, a veces extraños, sobredimensionados, obsesivos, incautos y en otros inocuos, pero existen, nos mantienen vivos de alguna manera. Marcel Proust decía “Ciertos recuerdos son como amigos comunes, saben hacer reconciliaciones”, y eso aprendemos a hacer, a toparnos con nuestros recuerdos, en la calle, en la esquina, en un café, sin premeditación y saber que cuando los veamos no tengamos ganas de escondernos o cambiarnos de acera. Solo sentarnos con nuestros recuerdos y hacer lo que tanto nos cuesta, reconciliarnos.

Ángel Elías

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