Las aguas de la política nacional no dejan de agitarse. Y la
manifestación pública de los guatemaltecos hizo de la marcha del 16 de mayo es un
hecho que quedará en los anaqueles de la historia, ese paso que dieron miles de guatemaltecos por
asumir su responsabilidad histórica de construir un mejor país. Escalón importante
para construir una democracia en un país que parece se les iba de las manos.
Más de 50 mil personas acudieron a la Plaza Central para
manifestar, una vez más, su repudio a las barbaries cometidas por el gobierno
de turno, las cuales cometió con todo el descaro, impunidad y bajeza posible. Eso
fue la gota que derramó el vaso en la paciencia de los guatemaltecos quienes
piden cambio de gobernantes y sistema político, y es una petición justa.
El serranazo demostró hace más de 20 años que la
institucionalidad de un país como este es una caja de cristal pegada con cinta
adhesiva. En la actualidad se suscita un momento político incierto. Con un
presidente que está desamparado, aliándose con quienes nunca pensó aliarse,
pero principalmente en al incertidumbre que da un país que lo rechaza.
El presidente luego del escándalo en la Sat se quedó sin su
vicepresidenta, quien en su momento representó la solidez y confianza para su
gobierno y partido. Recordamos lo viejos discursos de ella encantándose de los
atributos del presidente en todos los actos
públicos. Ahora, ese respaldo solo es un eco en la distancia. El presidente luego de proponer varios nombres
para suplantarla, se quedó la tercera opción. A regañadientes acepta, al nuevo
vicepresidente, a sabiendas que esto le puede asegurar unos meses más en el
puesto, pese a las manifestaciones sociales. Acá no se mueve la hoja de un árbol,
sin la voluntad del sector privado.
Esto efectivamente puede traerle algo seguridad en el puesto
y el respaldo que había perdido, pero como en los matrimonios por conveniencia,
nunca se sabe cuánto puede durar y el castigo puede regresar. Esos solo el tiempo lo dirá y las
investigaciones de Cicig.
El presidente ya no tiene el reto de dirigir un país, tiene
el reto de quedarse en el puesto. Eso lo sabe bien, entonces en los próximos
meses se verá un gobierno de transición, que intentará ya no avivar más el
fuego de las controversias, esto porque sabe que camina en la cuerda floja. Una
presión externa o un mal manejo de crisis pueden desencadenar su dimisión.
Por otro lado, el pueblo tiene un reto mayor, hacer que de
esta unión y oportunidad democrática salgan los planteamientos para forjar un
nuevo país, cosa que no es fácil y que probablemente no vean los frutos, porque
son metas a largo plazo que traen esfuerzo y sacrificio, pero que de hacerlo de
la manera correcta pueden enderezar el camino para heredar un mejor país.
Ángel Elías
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