Esa cosa con la que no nacemos, pero necesitamos forjar para
sentirnos apegados a algo, para identificarnos.
No tiene nada de malo buscar la identidad, no tiene en lo
absoluto rastro de maldad querer pertenecer, es algo natural, muy humano. Por eso
la búsqueda de nuestra identidad comienza desde pequeños, formamos grupos
afines para jugar, como parte de nuestro crecimiento y desenvolvimiento en la
sociedad.
Todo pertenecemos a un círculo, ya sea este elitista o muy
popular, pero como seres sociales deseamos esa pertenencia, ya sea roles
tradicionales o de contracultura. Las revoluciones no son golondrinas
solitarias en la plaza de los pueblos. No, la identidad tiene mucho que ver con
este fenómeno para apegarse. No tiene nada de malo.
En Guatemala el fenómeno de la identidad, al igual que en
mucha partes de América Latina, la identidad tiene componentes complicados. El
apego hacia algo que nos arraigue a esta tierra, a esta región o este país es
un hilo tan delgado que a veces pareciera que no existiera. Sin embargo sí
existe, aunque casi invisible es tan fuerte como una telaraña para un una
hormiga.
El guatemalteco no se siente español, aunque tenga de manera
lejana o cercana sangre ibérica, porque no existe ese lazo más allá del
histórico, del que se separó hace casi 200 años. Tampoco se identifica con la
identidad indígena porque durante 500 años, esta cultura fue negada e
invisibilizada. ¿Entonces? El guatemalteco promedio no tiene productos
culturales a los que pueda adherirse. No tienen un sentimiento de pertenencia
real.
Haciendo un repaso rápido, y pueda pensarse superfluo, las
cosas que nos hacen guatemaltecos, son tan básicas como desmontables. La
marimba, un instrumento africano llegado al país gracias a esclavos. Los
paisajes, una construcción natural como en cualquier región de Latinoamérica.
Los monumentos mayas, creo que es saludar con sombrero ajeno, cuando en pleno
siglo XXI, el 70 por ciento de la población maya vive en la pobreza y pobreza
extrema en el país.
¿Qué queda? Esa es una excelente pregunta que el simple
hecho de hacerla es un gran avance en el país. Creo que queda la construcción
de la identidad a través de bases reales de “guatemalidad” que hace de sus
habitantes ciudadanos. Reconocer las debilidades históricas del país y
construir una nación a través de redes reales para enfrentarse a lo que siempre
se oculta en la educación.
¿Conoce la historia del país? ¿Le interesa? Allí comienza el
descubrimiento y la construcción de la identidad. Le da un puesto en la sociedad
a través del conocimiento del sitio en el que vive y reflexión sobre lo que quiere
alcanzar. La identidad de país es un proceso que comienza con uno. Con la
reflexión del ser.
Atrévase a construir, a ser “guatemalteco” y reflexione
sobre qué país quiere legar y en qué condiciones lo encuentra. Ese es un reto
que vale la pena hacer.
Ángel Elías
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