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Localidades desaparecieron por la erupción del volcán de Fuego. (Foto Prensa Libre) |
A veces el país necesita eso, un largo abrazo de solidaridad
para salir de este complejo atolladero al que llamamos realidad nacional. El
pasado domingo 3, una de las escenas más escalofriantes del apocalipsis alcanzó
a decenas de guatemaltecos en las faldas del volcán de Fuego. Una corriente de
lodo, fuego y ceniza descendió y dejó soterrada a comunidades enteras. Una de las
peores tragedias nacionales, a veces también parece que las tragedias siempre
se superan unas a otras en Guatemala.
En esta ocasión, un volcán deja en evidencia la increíble vulnerabilidad
que padecemos como país y la imperdonable ineptitud de un gobierno que no
reaccionó a tiempo, que no logró coordinarse para que la tragedia fuera menor.
Claro, el gobierno debe prever que la situación de riesgo de las comunidades
son más que evidentes y que de existir un plan de evacuación adecuado, entonces
y solo entonces, la historia sería distinta.
Guatemala pasa por esa tragedia a la que llamamos realidad,
la que nos golpea, la que nos recuerda que, a pesar del bondadoso corazón de
muchos compatriotas, la corrupción nos ha vuelto seres vulnerables y con
sociedades casi al borde del colapso.
Jimmy Morales salió a darse su dosis de publicidad y un
diputado llegó a tomarse la foto y presumir que estuvo ayudando, este salió en
camilla porque se quemó la planta de los pies, en una escena ridícula y carente
de gracia. En eso es la política chapina, tan sin escrúpulos y llena de aprovechamiento.
Pero esto va más a allá de la consecuencia, sí esto es la
consecuencia de algo que hemos dejado en total olvido. Se olvida que muchos
guatemaltecos viven en zonas de alto riesgo porque no les queda de otra. Porque
durante tanto tiempo la ocupación de la tierra ha estado en manos de
privilegiados, los que viven seguros en áreas confortables y que obligaron a
muchas de estas víctimas a vivir a su suerte a la orilla de un río que baja de
un volcán, sí, siempre ha sido un río que baja de un volcán.
Ahora las lamentaciones vienen y van, cuando las instituciones
no advirtieron el riesgo de vivir bajo un volcán. Donde el “nunca ha pasado”
fue la respuesta antes de la tragedia. Pero sí pasó, y no es la única localidad
en riesgo.
Nos hemos puesto a pensar qué pasaría si ocurriera un
terremoto en Guatemala, posibilidad que no es lejana ni de malagüero. ¿Estamos realmente
preparados para una tragedia de tal magnitud? La Coordinadora para la reducción
de desastres no tuvo la capacidad de advertir la tragedia del volcán y su
reacción fue tardía y casi agónica. Es la organización para reducir los
desastres, no para consolar el llanto. ¿Qué pasa Conred? ¿Qué sucede cuando no
cumplen a cabalidad su función? Tragedias como esta.
¿Acaso no tiene monitoreos, drones o tecnología para prevenir
esto? ¿Acaso es una institución para el rescate de cuerpos de guatemaltecos desafortunados?
No, el gobierno de Guatemala tiene una culpabilidad casi exclusiva en la incapacidad
de reducir un desastre.
Esta tragedia que enluta a los guatemaltecos tiene origen en
la corrupción de ha cooptado cada institución gubernamental, que ha burocratizado
las bases técnicas para hacer un mejor trabajo. La misma corrupción que ha dejado a
un monigote pusilánime llamado Jimmy Morales, que cargará por el resto de su
existencia la muerte de los guatemaltecos que ya no están gracias a lo inoperante de su gobierno.
Claro, eso no le importa.
Ahora queda exigir que las instituciones hagan su trabajo. Que
se tecnifiquen y que de sus entrañas vomiten o evacuen esos parásitos
burocráticos que no las dejan avanzar. Empezar a planificar y prepararnos en
desastres, y que no nos enlutemos cada año por una tragedia que se puede evitar
desde hoy.
Guatemala, estamos juntos en esto.
Ángel Elías
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